A pocas horas de la concentración de la plaza de Colón contra la concesión de los indultos a los condenados por organizar el referéndum ilegal del 1-O, aparecen síntomas de cierto nerviosismo entre los partidos de la oposición que se han apuntado a la movida. Da la impresión de que han caído en la cuenta de que se han metido en un jardín.
Aunque Vox no es el convocante, la manifestación será suya, se la apuntará en su haber. El PP y Ciudadanos no solo volverán hacer de pagafantas, como sucedió en febrero de 2019, sino que serán ellos los que fracasen en el caso de que el acto no cubra las expectativas; unas expectativas que la dirección de Pablo Casado trata de rebajar a toda marcha, aunque ya es tarde.
Por el contrario, la ultraderecha ganará pase lo que pase el domingo en Madrid: la calle es suya, es donde mejor se desenvuelve para hacer su política. Aquellas demostraciones multitudinarias contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ya no son del PP, ni siquiera de la Conferencia Episcopal Española, sino patrimonio del extremismo que representa Vox.
Pablo Casado e Inés Arrimadas saben, además, que en el caso improbable de que logren radicalizar a los españoles en torno a las medidas de gracia puede que en realidad estén favoreciendo los intereses de Pedro Sánchez y del PSOE si al final, como se está filtrando estos días, la justicia europea termina por enmendar la plana al Tribunal Supremo español.
En el caso de que Estrasburgo acabe por echar atrás la sentencia contra los activistas catalanes que organizaron el 1-O, desayunaremos, comeremos y cenaremos fallo durante meses. Los nacional-propagandistas son maestros en eso; no permitirán que pase casi de tapadillo, como ocurrió en el caso de Arnaldo Otegi. Y cuanto más ruido haga ahora la oposición a cuenta del perdón, más argumentos dará al PSOE y a Unidas Podemos para hacer suyo el dictamen europeo.
Se hace muy difícil entender que el derecho de reunión ampare llevar a 20.000 personas ante la Consejería de Economía para impedir el trabajo de una comisión judicial --20 de septiembre de 2017--, pero puede que la condena haya sido desproporcionada, tal como sostienen dos magistrados del Tribunal Constitucional. Sus votos particulares son la munición de los abogados de los condenados para la batalla europea.
Y la discreción con que las derechas españolas han cubierto estas últimas horas su participación en la convocatoria de Unión78 (33 grados en la sombra previstos para el centro de Madrid el mediodía del domingo) habla de un repliegue imposible, pero meridiano.