En el ajedrez, un juego con más de 1.500 años de antigüedad, el rey es la figura más importante. Si con tu ejército capturas al rey del jugador contrario has ganado. Antes de llegar a ese extremo, sin embargo, tienes que alertar a tu rival de que la partida está próxima a su fin. ¡Jaque al rey! Entonces, el oponente ha de mover al rey de inmediato o bloquear el ataque con otra pieza, o capturar la pieza enemiga que le amenaza. Si no puede hacer nada, se canta el jaque mate. A empezar de nuevo.
Salvando las distancias, Felipe VI está en jaque. El jefe del Estado español se enfrentó anoche a su discurso navideño más complicado, con la espada de Damocles sobre la cabeza. Dijera lo que dijera se le iba a cuestionar. Además, seguro que se pasó la Nochebuena con pitos en los oídos, si es que Pablo Iglesias está en lo cierto y en todas las casas se discutió sobre monarquía o república. Es un mal año para el monarca, que apenas representa hoy un símbolo de unidad, porque poco poder de decisión tiene en nada.
Ser Felipe VI tiene que ser muy difícil, sobre todo en términos emocionales. No ha tenido un año tranquilo desde su entronización: cuando no han sido los escándalos de su cuñado ha sido el pulso del independentismo catalán y, ahora, le toca el turno a su padre, el emérito. Todo ello lo aprovechan los sectores minoritarios, pero ruidosos para hacer mella en la monarquía y, en el fondo, en la unidad de España como la entendemos hoy. El Rey sabe que el país está por encima de la familia, como el Barça está por encima de Messi, pero encontrar el equilibrio entre la razón y el corazón es harto complicado para todos.
Por eso, el discurso del Rey hay que leerlo entre líneas. Bastante se ha distanciado en público y en privado de Juan Carlos como para darle la estocada en Nochebuena. Eso sí, su parlamento, sin mención directa al emérito, de poco sirve a quienes quieren acabar con la Corona a cualquier precio y vaticinan que este será el último rey de España. Los que quieran sangre real que miren Juego de Tronos.
Anoche, Felipe VI dijo sin decir. Sugirió que el emérito, su padre, fue una figura capital en la reconstrucción de España tras la dictadura franquista y que, pasado ese periodo, se le subió la inviolabilidad a la cabeza. La Constitución, la unión y la solidez del Estado fueron algunas de las palabras empleadas por el máximo representante, que no dudó en afirmar que “hay aspectos [en el país] que necesitan ser mejorados y reforzados”.
Destacó que hay que respetar la Constitución, “el fundamento de nuestra convivencia social y política”, y que él debe ser un ejemplo para la sociedad española. Se refirió también a los “valores éticos” y a los “principios morales y éticos” que los españoles le reclaman como primer ciudadano de España, sin excepciones, ni siquiera las de carácter personal o familiar. Asimismo, defendió que él ha llegado con espíritu renovador. Por ahora, esquiva el jaque. A buen entendedor…
¡Feliz Navidad!