El Gobierno catalán ha conseguido pulverizar todos los récords de críticas con las últimas medidas antiCovid que ha aprobado. La gestión de la pandemia no ha sido demasiado exitosa para ningún Ejecutivo, y los que llegaron a chulear en ciertos momentos sobre el presunto control que tenían de la enfermedad (como el caso de Italia) se llevaron al cabo de poco un correctivo donde más duele, en un rebrote con consecuencias fatales. Pero el caso de la Generalitat es de análisis.
La proximidad de los comicios anunciados para el 14 de febrero (no convocados) ha provocado una doble reacción en los partidos que se reparten el poder. Tanto JxCat como ERC miden con precisión qué impacto electoral tendrá cualquier iniciativa que se tome y, lo más importante, si podrán rascar adhesiones a su favor entre los votantes independentistas.
Que esta sea la brújula del final de la legislatura resulta fatal en un contexto de pandemia y de crisis económica como el actual. Faltan políticas valientes. Suficientes como para decidir si se hace caso o no a los médicos y epidemiólogos que advierten de que se está a las puertas de una tercera ola de contagios de coronavirus con un sistema sanitario desgastado o si pasan de estas advertencias. Pero en Cataluña se quedan a medio camino.
Asegurar que se aplicará mano dura para anunciar que no se podrá cenar fuera de casa y obligar a los restauradores a cerrar por horarios pero que, en la práctica, se relaje la movilidad es inconsistente. Validar desplazamientos para visitar “familiares” o “allegados” permite el tipo de interacción social donde se producen el grueso de los contagios. Porque, desengañémonos, el coronavirus se propaga en interiores donde se pasa rato sin mascarilla… no es tan fácil infectarse en una terraza si se cumplen las medidas.
Cualquier paso en este sentido sería impopular, pero la falta de coherencia en planificar la Navidad ha acabado con la paciencia de todos. Más, cuando el día después de anunciar los detalles del polémico decreto (que, de nuevo, se lanzaron como globo sonda), la responsable de presidencia, Meritxell Budó, manifiesta que si pudiera, el Govern lo cerraría todo tras lamentarse de que como Cataluña no es un “país rico” no es posible ir más allá. El chorreo llega incluso de los sectores independentistas, siempre más indulgentes con el Ejecutivo catalán.
Mientras la OMS ha recomendado prudencia, en Cataluña se facilita pasar la Navidad en la Cerdanya. ¿Qué puede ir mal?