Desinformación, sobreinformación, búsqueda desesperada de votos y desgobierno no parecen los mejores recursos para afrontar una pandemia, ni para gestionar las medidas restrictivas de estas Navidades. Lo mejor de la cercanía de estas fechas es que hemos entrado en diciembre, y ello significa que este 2020 aciago llega a su fin. Pero, ojo, que bien señala el refranero que hasta el rabo, todo es toro. Y este es muy bravo.
El lío sobre lo que se puede hacer en mitad de la pandemia es de grandes dimensiones en España en general, con unas normas para cada comunidad autónoma, y en Cataluña en particular. En especial, en lo que concierne a la Navidad. Basta con escuchar a dos miembros del Govern para darse cuenta del asunto: Meritxell Budó (JxCat) dice que peligra la desescalada por la evolución del Covid y su compañera Alba Vergés (ERC) afirma, una hora más tarde, que se avanzará al tramo 2 según lo previsto. Genial. ¿Alguien al mando?
Al final, tenía razón la posconvergente: Cataluña seguirá en el tramo 1 porque los indicadores epidemiológicos empiezan a asustar; el virus vuelve a coger carrerilla, a pesar de que las actividades de toda índole están restringidas al mínimo. Eso quiere decir que la comunidad autónoma pasará de la fase 1 a la fase 3 sin pasar por la 2 (que limitaba los encuentros a seis personas), si es que de verdad pretende que las reuniones navideñas sean de hasta 10 comensales. O, por lo menos, recortará los plazos previstos en cada tramo (si no se los ha cargado ya). ¿Se hará trampas al solitario? No sería la primera vez: en la primera ola, el Govern avanzó del tramo 2 de la desescalada a la normalidad con un efímero paso (24 horas) por el tramo 3.
El Govern es así. Un día, el vicepresidente en funciones de presidente, Pere Aragonès, saca pecho del rápido descenso de la incidencia del coronavirus en comparación con Madrid, al tiempo que Cataluña osa abstenerse del acuerdo para que las medidas navideñas sean iguales en toda España; y, en la jornada siguiente, la Generalitat no solo recula en su propio plan de desescalada, sino que lo modifica de tal manera que pone más en riesgo a los ciudadanos. Pero lo que importa es que Madrid tiene impuestos más bajos.
Asimismo, llaman la atención quienes recuerdan que estas Navidades serán distintas. Gracias por recordarlo. Pero ¿distintas en qué? ¿Se refieren a que faltarán muchas personas en las mesas? ¿A que habrá más familias con muy serias dificultades económicas? En lo que se refiere a las celebraciones señaladas tampoco habrá tantos cambios: reuniones de hasta 10 personas de dos núcleos familiares (que imagino que son las mayoritarias en España) y libre movilidad por el territorio. Incluso se permite que los mayores dejen las residencias unos días para pasar las fiestas en casa. ¡Los ancianos! ¡De las residencias! Epidemiólogos y sanitarios se tiran de los pelos.
Por todo ello, por todo este caos que surge desde las instituciones, por su irresponsable gestión de la crisis, no se nos puede pedir responsabilidad a los ciudadanos. No tienen autoridad moral para ello. Y, menos, cuando ya se da por hecho que un buen número de personas se ha marchado de puente en la situación en la que estamos. Pasaremos una Navidad por encima de nuestras posibilidades, pero porque alguien lo permite. Así que tampoco nos pidan responsabilidades en enero si los hospitales colapsan. En todo caso, habrá que pedírselas a quien está moviendo los hilos de esta situación.