Existen enormes dudas sobre el momento presente. Los acelerados cambios económicos, políticos y sociales llevan a pensar si algunas instituciones no deberían cambiar el paso, si su tiempo pasó y si es necesario activar otros resortes. Podría ser el caso del Círculo de Economía, un lobby empresarial –de los pocos organismos de este tipo que lo admiten sin problemas, como señaló hace unos años el entonces presidente, Antón Costas-- que ha ejercido un papel determinante desde finales de los años 50 en España y Cataluña. Sus principios siempre han sido los mismos: modernización de la economía y de las instituciones españolas, y anclaje al entorno europeo, además de una defensa del equilibrio territorial y del poder económico catalán. Pues bien, hoy más que nunca, esos principios cobran toda la vigencia.

El Círculo, que ha pasado unos meses con ciertos problemas internos, recupera un papel central con la presidencia de Javier Faus. Y deberá seguir jugando ese rol con presidencias futuras. Lo importante es que instituciones centrales como el Círculo sean respetadas y se hagan respetar, más allá de las coyunturas y de las juntas directivas que vayan pasando. Pero las razones del Círculo --que fue acusado de "equidistante" por Mariano Rajoy-- ahora, deberían ser las razones de un amplio carril central. Porque lo que ha señalado en su última nota de opinión responde a una idea muy poderosa: los matices son importantes, sin dejar de aseverar de forma tajante, y la cooperación debe ser una prioridad.

¿Pero qué debería ocurrir en los próximos años? Lo que apunta el Círculo de Economía, que en gran medida se ha destacado en diferentes discursos del propio Faus y de otros miembros de la Junta en los últimos años, es que España debe completar una transición: su economía ha dado un salto enorme desde los años 70, pero nunca ha acabado de afrontar un cambio en su modelo productivo. Primero, porque no es nada fácil, porque los ingresos que llegan por el consumo interno --uno de los grandes motores-- o por el turismo, cuando hay ciclos económicos expansivos, producen muchos recursos y se prefiere no tocar el modelo. Y segundo, porque la polarización política ha impedido consensos imprescindibles para reconversiones inaplazables en el campo de la educación, por ejemplo.

Y resulta que ahora se presenta una oportunidad enorme. La cifra de los 140.000 millones de euros del fondo europeo debe ser enmarcada en su contexto. Por los fondos de cohesión --por los que José María Aznar calificaba a Felipe González de pedigüeño-- España ha recibido algo más de la mitad. Lo recuerda el economista José Antonio Bueno cuando señala que en 2010, con el aniversario de los 25 años de España en la UE, el balance neto de lo recibido desde Europa era de 80.000 millones. ¡Ahora son 140.000 millones! ¿Lo ponemos en valor?

Esos recursos deben ser ahora, como apunta el Círculo de Economía, un acicate para atreverse a afrontar esas reformas del sistema productivo del conjunto de España, y desde Cataluña se debería colaborar como el primero porque será también una gran oportunidad, dejando de una vez por todas debates sin ningún sentido, como el proceso independentista, que se impulsó por parte de una elite política que había perdido --por falta de talento y de agallas-- todo el interés en la gestión y en la elaboración de proyectos económicos y sociales de futuro.

Hay otras razones que apunta el Círculo, como el necesario reequilibrio político y económico de España, que ya apuntaba el lobby empresarial en 2001 de la mano de Salvador Gabarró. Más allá de las percepciones de unos y otros, y de la apuesta ideológica de cada uno, lo cierto es que se creyó --pongamos que con buena fe-- que España debía tener una gran ciudad puntera para competir en el mundo, con Londres, con París o con Berlín. Y España tiene, entre otros polos, dos grandes ciudades que debería cuidar: Madrid y Barcelona. Y tiene, además, media península vacía que, con imaginación y buenos proyectos, podría tener una magnífica oportunidad.

Tal vez ha llegado el momento: una enorme crisis económica, una pandemia provocada por un virus desconocido, puede llevar a una nueva modernización de España, a un salto de calidad, con Cataluña en el puesto de mando, con Europa en un proceso que era inimaginable hace sólo dos o tres años, con el embrión de una deuda mutualizada, a partir de ese fondo de 750.000 millones de euros, y dejando atrás el virus de la exclusión y de la insolidaridad, como ha sido el proceso independentista. Son las razones que ahora están sobre la mesa de todos.