La magnitud del confinamiento que el Gobierno ha ido ajustando en las últimas semanas para combatir la pandemia del coronavirus ha generado un intenso debate. Mientras la izquierda, los sindicatos y el nacionalismo catalán reclamaban a Sánchez un cierre total para frenar la expansión del Covid-19, la derecha, las patronales y el nacionalismo vasco apostaban por un confinamiento que no parase del todo la economía.
Al principio, el presidente se mostró partidario de la segunda opción. Así se posicionó en el debate celebrado el miércoles pasado en el Congreso de los Diputados para aprobar la prórroga del estado de alarma. Entonces defendió que el imprescindible “aislamiento social” necesario para vencer al virus, debía tener “algunas excepciones” sin poner en riesgo las “condiciones de máxima seguridad”.
Y esas excepciones no solo eran “salir de nuestras casas a hacer la compra o a comprar medicinas” y mantener “otras actividades económicas de producción y de transporte” para que “los supermercados tengan víveres y las farmacias medicamentos”. Sino que también incluía un llamamiento muy concreto: “Sucede que, al tiempo que nos recluimos, debemos preservar el máximo de los bienes que nos han de permitir reanudar nuestra vida una vez concluya esta pesadilla, que concluirá y concluirá pronto. Pero, evidentemente, tenemos que abordar esa tarea de reconstrucción. De modo que, a la hora de actuar, es preciso utilizar el bisturí para no amputar ningún nervio de nuestro organismo social que comprometa el propio sostenimiento de la población confinada o la ulterior recuperación de esa misma población. Y eso nos obliga, señorías, a buscar un muy difícil equilibrio, un equilibrio delicado, pero tenemos que hacerlo”.
Tan solo tres días después --y apenas unas horas más tarde de que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, asegurara que España ya estaba “muy cerca” de alcanzar el pico de transmisión del virus--, Sánchez cambió de opinión y ordenó que “todos los trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa durante las próximas dos semanas como hacen durante el fin de semana”.
¿Cómo es posible ese cambio radical del presidente del Gobierno entre el miércoles y el sábado? ¿Cuál de las dos versiones de Sánchez tiene razón? ¿Es inviable mantener ese “muy difícil equilibrio” entre extremar la lucha contra la pandemia y tratar de “no amputar” elementos que posibiliten la “ulterior recuperación” de la población?
Los defensores del confinamiento total insisten en que, con más de 7.000 muertos y 85.000 contagiados, no hay bisturí que valga para combatir el Covid-19. Que hay que pararlo todo. Que una sola vida que se pueda salvar bien vale la quiebra de una empresa. Que la salida del hoyo económico será en forma de v. Que con el parón general se acortará en muchas semanas la crisis sanitaria y se podrá afrontar antes la reconstrucción económica y social. Que la UE está obligada a ayudarnos. Que unas políticas fiscales expansivas suavizarán los efectos nocivos del parón. Y que hay un punto de inhumanidad en buscar un equilibrio entre salud y economía.
Por su parte, los que se oponen a la paralización total de la economía advierten de que medidas extremas de este tipo acrecentarán una crisis que será profunda y duradera. Que sus consecuencias serán devastadoras: destrucción masiva de empresas, altos niveles de paro, caída de la recaudación impositiva, empeoramiento de los servicios públicos, deterioro de la sanidad, de la educación, de los servicios sociales, de la justicia, de la seguridad. Que de la UE es mejor no esperar demasiado. Y que es más inhumano hipotecar el futuro de una generación por no buscar ese equilibrio entre salud y economía.
Sin embargo, ambas facciones suelen estar de acuerdo, en términos generales, en que la medidas aplicadas antes del decreto del domingo eran más o menos aceptables. Es decir, que el principal foco de discrepancia se centra en el último apretón, que las dos partes consideran como profundo y determinante.
¿Pero realmente hay tanta diferencia entre el confinamiento de esta semana y el de la semana pasada?
Si revisamos el real decreto ley del domingo podemos ver que las actividades calificadas como esenciales constituyen un catálogo muy amplio. En ellas se incluyen establecimientos comerciales minoristas de alimentación, bebidas, productos y bienes de primera necesidad, establecimientos farmacéuticos, sanitarios, clínicas veterinarias, ópticas, ortopedias, productos higiénicos, quioscos de prensa, papelerías, combustible para la automoción, estancos, equipos tecnológicos y de telecomunicaciones, alimentos para animales de compañía, comercio por internet, telefónico o correspondencia, tintorerías, lavanderías y el ejercicio profesional de la actividad de peluquería a domicilio.
También se permiten los servicios de restauración a domicilio, el transporte de mercancías, el tránsito aduanero, las actividades destinadas al suministro energético, los operadores de infraestructuras críticas, las actividades que participan en la cadena de abastecimiento del mercado y producción de alimentos, medicamentos, industria manufacturera relacionada con el transporte, servicios penitenciarios, protección civil, bomberos, seguridad de las minas, tráfico, empresas de seguridad y vigilancia, fuerzas armadas, asistencia a personas dependientes, empresas de investigación y tecnología, funerarias, medios de comunicación, bancos, aseguradoras, empresas de telecomunicaciones, de informática, entidades contra la violencia de género, abogados, procuradores, graduados sociales, traductores, gestorías, notarías, empresas de limpieza, de mantenimiento, de recogida de residuos, de tratamiento de aguas residuales, centros de acogida de refugiados e inmigrantes, meteorólogos y carteros, entre otros. Así como los proveedores en cadena de todos los servicios citados.
Una vez comprobadas estas excepciones y tras constatar que la caída de la actividad este lunes no ha sido tan tajante como se preveía (la demanda energética de la Península a las 10.00 horas de ayer era de 25.071 MW, frente a los 28.421 MW de hace una semana y los aproximadamente 33.000 MW de un lunes normal; mientras que las validaciones en el Metro de Barcelona hasta las 9.00 horas de ayer solo fueron tres puntos menos que las del viernes, en relación a la media diaria habitual), tal vez el parón económico no sea tan grave como unos y otros apuntan.
O eso es lo que algunos desearíamos...