Que los salarios bajos representan un problema para el crecimiento español es una realidad reconocida tanto por parte de los sindicatos como de la patronal. Fue el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, uno de los primeros en reclamar de forma abierta y en un foro económico la necesidad improrrogable de revisar al alza las retribuciones medias que han impulsado en gran medida el inusual avance del PIB de los últimos años.
El mensaje es compartido y ha facilitado el pacto exprés para subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta los 950 euros de esta semana. Tanto el líder de CEOE, Antonio Garamendi, como el de Cepyme, Gerardo Cuerva, lo ratificaron sin pestañear en exceso. La decisión se ha ganado detractores incluso dentro de la patronal, especialmente de los sectores de la hostelería o la restauración, donde se concentra el grueso de la precariedad.
Las declaraciones que siguieron el anuncio del acuerdo --el nuevo Gobierno no tardó en colgarse la medalla-- distaban mucho de las críticas que se habían vertido con anterioridad. Pero no se debe olvidar que en esta ocasión sí se ha respetado la línea roja que marcó el empresariado del país. Revisiones salariales al alza, ya sea a través del SMI o de los convenios colectivos, sí; pero nunca de forma impuesta. Ha exigido hasta la saciedad que cualquier paso en el que se que ponga en riesgo la competitividad sea acordado y con negociación.
¿Son antagónicos ambos discursos? Son una muestra de las dos almas del empresariado del país que conviven en equilibrio a veces precario y que permiten avanzar de forma consolidada. Pero para ello se requieren liderazgos fuertes, tal y como reconocen desde las instituciones donde esta pugna es más clara como en Foment del Treball.
En un escenario económico cada vez más variable y con grandes debates en el tintero que se deben abordar sin demora --desde la transición energética a la robotización o los cambios pendientes en sectores tan importantes en España como la automoción o la banca-- no valen repetir esos liderazgos que se limitaban a acercarse al sol que más calentaba. Es decir, al gobierno de turno.
Los palmeros no podrán asumir el reto. Se requieren líderes empresariales con verdadera independencia política. Y, ya de pasada, con cierto espíritu de funambulista para realizar los ejercicios sobre el alambre requeridos.