Hay nervios en el independentismo. Sobre todo en el sector más radical. El fracaso del procés ha dado paso a la frustración. Y esta empieza a hacer mella en su estado de ánimo. Algunos reaccionan con resignación --no queda otra que aguantarse-- pero otros transforman su desilusión, su desengaño, su impotencia y su rabia en odio. Un veneno que vuelcan contra todo aquel que piensa diferente a ellos. Y es en las redes sociales donde esa respuesta es más evidente, donde la jauría indepe se muestra con desenfreno.

En Crónica Global hemos notado esta deriva con especial intensidad las últimas semanas. Verbigracia, este mismo domingo, con motivo de una información sobre el acoso nacionalista a una pizzería por una discusión sobre el idioma de la carta. Al parecer, a algunos gurús indepes de medio pelo no les gustó el enfoque y, al grito de a por ellos, la claca de fanáticos salió en tromba en Twitter contra este medio y, de forma particular, contra su director adjunto.

Lo malo para ellos es que han pinchado en hueso. Ni a la propiedad, ni a la dirección, ni al resto del equipo de redacción nos amedrentan sus ataques virtuales. Lamentablemente, ya acumulamos un largo currículum de amenazas, insultos, injurias, calumnias e incluso ataques físicos contra nosotros o contra nuestra redacción de forma impune. Y lo único que han conseguido es que nos reafirmemos en nuestra labor. De hecho, es probable que las intimidaciones de los radicales nos hayan ayudado a crecer como proyecto periodístico, a consolidarnos como uno de los medios catalanes más influyentes y como un referente insoslayable del constitucionalismo en esta comunidad.

Mientras esto ocurre, el president Torra sigue alimentando a los extremistas con falsas esperanzas. En su soflama independentista disfrazada de mensaje de fin de año, el dirigente nacionalista prometió que este 2019 serviría “para realizar el mandato democrático de libertad, para sublevarse ante la injusticia y para tumbar los muros de la opresión”, e instó a que “estemos preparados” para ello.

Tras el naufragio del procés, a su líderes y seguidores más contumaces solo les queda seguir autoengañándose y volcar su ira contra sus enemigos. Asumir la realidad es una opción inconcebible para ellos. Y es previsible que continúen así durante mucho tiempo.

Ánimo y suerte, campeones. Pero recordad que nos tendréis siempre del lado de la ley y la Constitución.