En los ambientes nacionalistas catalanes se cruzaban los dedos este jueves, último día del MWC, para que el balance no fuera negativo. Eso les permitiría mantener el discurso de que la utilización del evento por parte de las máximas autoridades de Cataluña del momento --Ada Colau y Roger Torrent-- no ha tenido efectos sobre la feria más importante de la ciudad.
Las cifras, sin embargo, no han sido buenas y revelan que el MWC, como mínimo, se ha estancado. Las ferias, igual que cualquier otra actividad económica, están sujetas a ciclos. En este caso, los que marcan la evolución de los productos que exhiben. Las que triunfan son aquellas que terminan desgajándose en otros certámenes, nuevos y más pequeños, que toman el testigo para seguir creciendo.
Los expertos del móvil ya habían dicho que en esta edición no había novedades importantes, que el sector entraba en otra fase.
Los medios nos hacemos eco de los datos con que los organizadores de los salones miden el éxito de su trabajo: cifras de asistentes, número de expositores, negocio generado en la ciudad, etc. Hubo una época que incluso se atrevían a hacer cálculos imposibles sobre el volumen de las transacciones cerradas durante los días de exposición.
El único indicador válido de una feria es su permanencia en el tiempo, que inevitablemente es limitada
Pero el único indicador válido es la permanencia en el tiempo, que inevitablemente siempre es limitada. Todo lo demás son artificios tramposos que se vuelven contra quienes los utilizan. Por ejemplo, Aena. Sometido a la presión política que ha rodeado esta edición del Mobile, el gestor aeroportuario facilitó ayer el número de operaciones de vuelos privados en El Prat durante estos días --328-- y, en lugar de compararlos con los del año anterior –que fueron 343--, hacía el ridículo diciendo que superaba de largo la actividad de una semana normal del mes de febrero.
Lo mismo le ocurrió a la alcaldesa, que ayer quiso interpretar para los periodistas el dato de visitantes: 107.000 frente a los 108.000 del año pasado. No pasa nada, en su opinión, porque lo importante es superar los 100.000. Barcelona se ha beneficiado de un impacto de casi 500 millones de euros, según dijo aludiendo a un cálculo que debe hacer el pitoniso pito de guardia.
Si lo que Colau pretendía era cantarle las verdades del barquero a Felipe VI y ahorrarse el besamanos del domingo pasado, lo podría haber hecho sin dar publicidad. Pero, claro, entonces todo el mundo la habría visto aplaudir al monarca en la cena del Palau de la Música sin enterarse de su hazaña previa.
Es imposible saber, de momento, si las cifras declinantes del MWC responden solo a la evolución natural del salón o si también reflejan el conflicto político, pero lo que está fuera de toda duda es que esa invasión inoportuna y oportunista no le beneficia.