Corría febrero de 2013. Un servidor andaba por Madrid a la caza de noticias y contactos. Eran los tiempos en los que dirigía Economía Digital. Aproximadamente, debía ser la hora de cierre de una redacción periodística y una jovencísima Cristina Farrés me llamó al móvil, tan asustada como sorprendida, para decirme que mi nombre aparecía en el sumario de un escándalo de corrupción que acababa de llegarle. ¿Mi nombre? "Sí, son unas grabaciones transcritas por la Guardia Civil y hablan de ti...", recuerdo que, sílaba arriba o abajo, me respondió eso. Unas horas después, un colega de otro medio me hizo idéntica advertencia.
De lo que me informaba la hoy subdirectora del área económica de Crónica Global era de los primeros papeles del llamado caso ITV, que afectaba a varios personajes de la vida pública y política de Cataluña y que, todavía hoy, no ha sido finiquitado del todo, aunque se halla próximo a su sentencia. En efecto, tras recabar los papeles, me di cuenta de que mi presencia en el sumario se producía en el transcurso de unas conversaciones telefónicas que mantenían en 2011 dos personas próximas en aquel momento: María Jesús Muro y Sergio Pastor. Ella hacía pocos meses que, junto a Pastor, había tomado una participación minoritaria en el diario digital especializado que yo dirigía y del que era accionista. Los socios mayoritarios habíamos decidido ofrecerle la presidencia de la empresa por su experiencia profesional en el campo de las finanzas y su interés por las relaciones públicas de alto nivel.
Permítanme el tono tan personal de esta columna, formulada así no por falsa vanidad (han pasado muchos años de aquello), sino porque lo que viene posee un cierto interés sobre cómo se cocinaba una determinada Cataluña desde el poder y el mundo de los negocios. Nada más conocer la noticia y recibir los primeros papeles en el correo electrónico, al cabo de una hora descolgué el teléfono y llamé a Muro. "¿Qué tienes tú que ver con las ITV y Oriol Pujol Ferrusola?", le espeté contundente desde un balcón de la calle Serrano. "Nada", respondió categórica. "¿Seguro?", insistí con la transcripción de una conversación suya en la mano. "Te doy mi palabra", acabó. No hubo más preguntas, el cruce había sido suficiente para aclararme sobre la fiabilidad de mi interlocutora. Despedí amablemente la conversación y decidí sumergirme en aquel sumario para ver cuánto me estaban engañando los que en aquellos entonces eran mis socios. Ya no era cuestión de olfato periodístico, sino mero afán detectivesco y recuperarse de los daños al amor propio infligidos.
Las conversaciones entre Pastor y Muro en las que se aludía a mi persona eran casi un seguro de honestidad profesional a futuro
Debo confesarles que el sumario era muy aburrido. Mucho, insisto. Tardé casi un mes en el verano para leerme con toda suerte de detalles los folios y folios, la cantidad de tomos, en los que constaban las transcripciones de las grabaciones y de otras diligencias que la Guardia Civil había realizado por encargo del juez. Por otra parte, una vez peinado el sumario pude ver que las conversaciones entre Pastor y Muro en las que se aludía a mi persona eran casi un seguro de honestidad profesional a futuro: el uno alertaba al otro de que mejor que un servidor no fuera conocedor de su implicación en el cierre de la fábrica de Sony en Viladecavalls y su venta a la familia Pujol-Tarragó, entonces accionistas mayoritarios de Ficosa, y los apaños que Oriol Pujol y su entonces amigo Sergi Alsina habían preparado para repartirse un botín que pagaban los japoneses que deseaban irse de España. Decían que uno era muy preguntón y creían que sospechaba algo de su relación con ese entorno convergente de negocios. Por lo demás, Pastor le confesaba a Muro que le había explicado a Alsina y Pujol que ellos tenían controlado nuestro medio y que eso les había tranquilizado.
Confieso que jamás me pidieron un solo favor para Oriol Pujol o Sergi Alsina. Si acaso, la presidenta y el accionista me ofrecían contactos y teléfonos (recuerdo una comida --bastante alucinante, dicho sea de paso-- con Xavier Pujol, de Ficosa, y un encuentro con el soberbio de Alsina en su despacho de la Diagonal) supongo que para que nuestra información no fuera muy crítica con sus amigos, pero sin decirnos que lo eran. El tiro, en todo caso, les salió a ambos por la culata, como se pudo comprobar en nuestras informaciones posteriores.
Oriol Pujol era el pastor del rebaño y el resto --Muro, Navarrete, Alsina, Pastor, Fornesa-- obedientes y dóciles corderitos que por su sumisión se comían los mejores trozos del pastel
En aquel mismo sumario se vio cómo el marido de Muro, Pedro Navarrete, había convencido a los japoneses sobre cuál era la mejor fórmula para abandonar la producción en España y quiénes eran los mejores asesores. Aunque gobernaba el tripartito, el bueno de Ciriaco Hidalgo, que participaba en las negociaciones en nombre de Montilla, no se enteró de nada hasta conocer la trama por el sumario. Claramente, Pujol, Alsina, Pastor (socio y amigo del matrimonio), Tomás Fornesa et altri eran los consultores necesarios y los engrasadores de voluntades. Navarrete, que entonces presidía Sony en España y acababa de ser nombrado vicepresidente para Europa, no figuraba en ninguno de los apaños directos. Sí lo hacía su esposa y su amigo del alma Sergio Pastor. El uno cobraba los emolumentos y luego los retornaba, parcialmente, a su origen, vía conyugal. Todo un montaje en el que no faltaba de nada, y como comprobó la Guardia Civil, sobraba locuacidad.
Pastor, Muro, Navarrete, Alsina, Fornesa... están ahora acusados por la Fiscalía por un presunto delito fiscal. Cobraron millonarias cantidades e intentaron que la tributación fuera la mínima con simulaciones y otras artimañas. Fíjense que lo de menos, como le pasó a Al Capone, era que pagaran o no impuestos. Lo relevante era la inmoralidad que toda esa trama pegada al poder a través del hijo político del expresidente Pujol ejercía en beneficio propio. Oriol Pujol era el pastor del rebaño y el resto obedientes y dóciles corderitos que por su sumisión se comían los mejores trozos del pastel. Tanto daba que se hablara de alterar el mapa y las normas de las estaciones de ITV en Cataluña como de lograr rédito del abandono que las multinacionales (Sony y Sharp fueron dos ejemplos en los que el sumario indica que participaron de forma directa) del territorio español. Lo que enviaba a muchos empleados a destinos laborales inciertos o al desempleo directo, para otros era una fuente abundante de ingresos.
Nadie condenará la parte ética de todo un proceder, que era prolífico en una determinada etapa de corrupción en la autonomía catalana. Nadie les girará la espalda cuando sean condenados por eludir impuestos. El revolcón más grande que se llevarán se lo dará la justicia y la pena de Telediario. El resto fueron gestos inocentes de quienes aún creemos en la acción de la justicia y el Estado de derecho. Como cuando me opuse de forma categórica a que Muro y sus socios siguieran presidiendo y se mantuvieran en el capital de aquel digital una vez estaban públicamente señalados por actuaciones tan irregulares como faltas de ética. Salieron, claro, siguiendo a su pastor, que les ha llevado a la insignificancia reputacional.