Hoy será un día importante para Cataluña. Carles Puigdemont revelará si sí o si no. O no dirá nada sobre eso, que es una posibilidad real y astuta. En línea, ya lo saben, con sus antecesores. Al presidente de la Generalitat empiezan a cerrársele las vías por las que transitar sin dejarse alguna pluma o sin ponerse en grave riesgo. No es la única cosa que sucederá esta jornada. Sabremos si los Jordis (Sánchez --ANC-- y Cuixart --Òmnium--) se quedan junto a José Luis Trapero a pernoctar en la cárcel de Soto del Real después de declarar ante el juez de la Audiencia Nacional.
Pero, en pleno frenesí político, permitan unos segundos de intrascendencia. O ponemos algo de relajación en este asunto o acabaremos todos en la locura más marciana de cuantas hemos conocido en los últimos tiempos. Fíjense que ayer al aparato mediático y marketiniano del nacionalismo independentista se le escapó contar que piensan primar con estímulos fiscales a las empresas que sigan en Cataluña. Eso, claro, a pesar de su actuación. A pesar de que las más importantes ya hayan puesto los pies en polvorosa.
Ni las hostias de los policías del 1-O sirven para actuar como pegamento Imedio a la hora de fijar posturas comunes entre los partidarios de la secesión catalana
Cuando el antiguo consejero (pésimo consejero por cierto) de Empresa de Artur Mas, el catedrático de Esade Francesc Xavier Mena, dice en un periódico dudoso con el proceso (me refiero a La Vanguardia, que nadie especule) que lo que están haciendo los independentistas es una salvajada para la economía, hay un momento de pánico soberanista. Las dificultades que tiene Junts pel Sí para mantener la cohesión se intensifican. Ni las hostias de los policías del 1-O sirven para actuar como pegamento Imedio a la hora de fijar posturas comunes entre los partidarios de la secesión catalana. Y menos, todavía, sobre los costes que esa aventura iniciada y en la que nadie creía de forma cierta van tomando cuerpo y la mayoría de catalanes acaban tomando consciencia de la profundidad y las repercusiones que tendrá. Mártires, estimados, los justos; ni uno más.
Llegados a este punto, a un servidor, ecléctico por naturaleza y muy crítico con la actuación de los que nos han llevado a este punto (de lado y lado, dicho sea de paso), se le ocurre trivializar el asunto. Es una barbaridad tomarse en serio todo lo que está sucediendo y lo que acontecerá a partir de hoy. En consecuencia, permitan una pequeña salida de tono con respecto al escenario habitual para reclamar a los independentistas que sean coherentes con sus promesas y mentiras repetidas hasta la extenuación: señores, ¿cuándo llegará el helado de postre que prometieron para la Cataluña independiente? La pregunta se basta por si sola. Feliz semana, si nos dejan, que lo dudo.