Que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, haya aludido a que en su ilusoria República catalana convendría disponer de un ejército propio ha causado gran furor y revuelo entre sus detractores. Incluso entre los afines: los socios parlamentarios de la CUP se han puesto nerviosos por la hipotética apuesta militar del hombre que debería llevar Cataluña al soñado paraíso político de la independencia.
Analizada la situación con detenimiento, no es tan grave, y menos aún novedosa. Junts pel Sí, el nacionalismo catalán gobernante, ya cuenta con un ejército propio. No tiene las armas convencionales, ni desfila al unísono, ni tampoco practica los más elementales y ancestrales ritos marciales.
Las verdaderas guerras hoy no se libran con grandes materiales bélicos. Eso es otro negociado propio de los grandes imperios y las potencias con intereses geoestratégicos en el planeta, media docena en total. Las batallas y las pugnas por el control del poder se libran en el ámbito de la comunicación, la generación de opinión y el márketing político.
El ejército de Puigdemont está formado por medios de comunicación públicos y subvencionados, una intelectualidad al servicio de su causa, una complicidad civil adquirida a golpe de talonario, y una una educación que consigue milicias futuras adiestradas y fanáticas
Es aquí donde Puigdemont y los suyos no son sólo grandes militares --con todos los valores de lealtad, valentía y entrega--, sino que poseen el mayor ejército de cuantos han existido en España en la historia. Son los creadores de una guerra de comunicación que llevan años librando y en la que se alzan como vencedores de las primeras batallas. Una combinación de medios de comunicación públicos y subvencionados, una intelectualidad al servicio de su causa --financiada por la vía institucional en la mayoría de los casos--, una complicidad civil en términos de silencio adquirida también a golpe de talonario y, como arma nuclear potente, una educación que bajo el control dogmático y sectario consigue milicias futuras adiestradas y fanáticas en sus planteamientos dispuestas a lo que resulte menester por la causa.
No entiendo entonces a qué viene tanto escándalo por el interés de Puigdemont con su ejército. En todo caso, si pudiera algún día cumplir su ensueño, lo dedicaría a la seguridad, como los Mossos. Lo sustantivo, la guerra, la plantea en otros términos en los que está perfectamente armado y dispuesto.