En el mundo del espectáculo se liberan algunas formalidades que hacen más natural al ser humano. Decía la actriz británica Audrey Hepburn que aquel que pretenda convertirse en el centro de una reunión lo mejor que puede hacer es no acudir a ninguna. Y Mariano Rajoy, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras acudieron a la XXXIII Reunión Círculo de Economía celebrada en Sitges esta última semana. Ninguno de los tres consiguió, sin embargo, erigirse en el núcleo de reflexión del mundo empresarial, profesional y académico que se da cita una vez al año ante las aguas del Mediterráneo para divagar sobre lo divino y lo terrenal en un ambiente algo más relajado de lo que la política y las relaciones institucionales dictan.
En esos encuentros, las ponencias son importantes, pero no acostumbran a ser una referencia salvo contadas y mediáticas ocasiones. Lo que prima es el pasillo, el café en los jardines, donde unos y otros, más relajados y descorbatados que de costumbre, discuten, conspiran y dibujan lo que debiera ser ese mundo difuso que transcurre entre los negocios y el sector público. Lo máximo que se atreven a poner sobre la mesa es el papel de Junqueras, siempre protegido, siempre con alguna pregunta por responder, en su monacal y predicador estilo, como el hombre que puede hablar de política sin escribirse un discurso. Incluso un nacionalista confeso y de lista electoral convergente, como Antoni Abad, a la sazón presidente de la Cecot, se deja llevar por el ruido ambiental y admite la compleja situación política que ni PP ni los nacionalistas de CDC y ERC han sabido resolver en los últimos años.
Sería tan fácil como que vinieran y escucharan, explica el patrono independentista de la Cataluña teóricamente más productiva. Que supieran que lo que deseamos es "ser Navarra", una metafórica fórmula para pedir una mejor financiación autonómica y un mayor grado de inversión en infraestructuras. Vamos, sigue diciendo Abad, que si nos hicieran navarros en la práctica habrían resuelto el problema de las reivindicaciones independentistas al menos durante una generación. ¿Y las siguientes?, pregunta el periodista harto de fórmulas cortoplacistas. Ya no estaremos nosotros para sufrirlo, sostiene sin rubor.
El choque de trenes parece ya inevitable y ahora los procesólogos están todos ellos centrados en estudiar cuál será la forma de ese enfrentamiento, qué resultados políticos puede generar y qué consecuencias jurídico-legales comportará
Pero mientras Oriol Junqueras se prepara para una eventual gobernación de la Cataluña autonómica que siempre elude, Puigdemont cita ya a todos los partidos políticos para decidir qué día habría un hipotético referéndum y con qué, también hipotética, pregunta. Nadie se apea de su tren rápido, salvo Podemos que ya anuncia que no asistirá. Es un portazo en toda regla, uno más.
Estamos en un punto del trayecto en que la disposición de las vías sólo permite una posibilidad de transitar de forma ordenada, primero uno y luego otro. El choque de trenes parece ya inevitable y ahora los procesólogos están todos ellos centrados en estudiar cuál será la forma de ese enfrentamiento, qué resultados políticos puede generar y qué consecuencias jurídico-legales comportará. Vamos, que una vez ahostiados, lo que vendrá después es ver quién se lleva qué en términos de réditos electorales. Y ahí es donde Rajoy tiene la mano de la partida.
Ese empieza a ser el centro de las reuniones como una preocupación constante y seria. Ante dos gobiernos que se comunican con la teatralidad que describía la Hepburn y que mantienen serias dudas sobre cuáles son los límites hasta los que pueden apurar sus respectivas posturas, la mayoría de la tropa sigue asistiendo atónita a las sorpresas y las creatividades políticas que sus dirigentes en Barcelona y Madrid son capaces de parir. Algunos se atrincheran en las certidumbres jurídicas de la Constitución, el Estado de derecho y la legalidad. Los contrarios, por su parte, en los valores que, convenientemente manipulados, se utilizan para dibujar la reivindicación del nacionalismo conservador catalán esposada a la libertad y a la democracia. Como si los catalanes no lleváramos años viviendo a pie de urna y votando una y otra vez. Parece que sólo se quiera votar para enseñarle al mundo que hay un buen número, pero insuficiente, de independentistas, algo que todas las votaciones muestran con claridad.
La solución navarra se dibuja en el medio plazo como una vía puede atemperar el permanente enfrentamiento que vive la comunidad autónoma con los sucesivos gobiernos del Estado. Atravesando momentos de mayor o menor beligerancia, victimismo y endogamia, ningún Ejecutivo catalán puede jactarse de haber sido del todo leal al Estado en el que participa; de idéntica forma puede decirse que ningún Ejecutivo central ha tratado a la comunidad con el respeto que su economía, y por tanto su ciudadanía, merece y le corresponde.
Los catalanes no nacionalistas no ansiamos replicar el modelo navarro, sino generar uno de nueva planta que si está inspirado en algún otro rincón del planeta sea mucho más seductor, innovador y sostenible
Una vez más, lo lastimoso de todo el embrollo es que la Cataluña vanguardista en tantos aspectos haya quedado subordinada en la administración política a unos dirigentes tan mediocres que inspiren sus referencias en modelos que debieran ser superados con el tiempo y las nuevas coordenadas de globalidad en las que vive el planeta. Como sostiene Jordi Alberich, director general del Círculo de Economía, ya no es cuestión de buscar soluciones, sino de lograr una salida para el panorama actual. Ese es, de verdad, el auténtico trabajo que debiera ocupar a quienes nos dirigen.
Con todo el respecto por nuestros vecinos navarros y a diferencia del empresario nacionalista que usaba de ejemplo, los catalanes no nacionalistas no ansiamos replicar su modelo, sino generar uno de nueva planta que si está inspirado en algún otro rincón del planeta sea mucho más seductor, innovador y sostenible. Y ese escenario no llegará ni con un choque de trenes por un referéndum, ni con una solución sólo económica y, por supuesto, mucho menos con la independencia. Quizá, y perdonen el condicional, ese futuro sólo puede tejerse con un paso atrás de todos y nuevas ideas y personas capaces de darle una salida ilusionante y estructural.