Tras el estrepitoso fracaso de Carles Puigdemont ante el empresariado catalán, al que ni convenció ni agradó, el número dos de la Generalitat, su vicepresidente Oriol Junqueras, usó su mejor arma, la oratoria, para ejercer como el hombre sensato del Ejecutivo catalán.
El contrasentido del político republicano es que es un hombre de letras, muy vaticanas eso sí, al que no le importa hablar de números aunque no sea su especialidad. También de expectativas, de las que ha generado y "difícilmente" cumplirá. Hasta de digitalización. De lo que hiciera falta, Junqueras puede hablar ante una familia andaluza de Sevilla y soltar su discurso, ante los convencidos independentistas para enardecerlos y, por qué no, frente a un auditorio empresarial especializado que espera un mensaje que ninguno de los representantes del gobierno catalán puede ofrecer hoy: la sensatez política.
Escuchar cómo Junqueras se conduce cuando habla de empresas permite entender que la política todo lo puede, incluida la impostura de hablar largo y tendido sin más que cuatro datos y mucho lugar común. Un discurso correcto, en definitiva, pero hueco y sin contenido político, más allá de demostrar al auditorio que ha recibido a muchas empresas e instituciones económicas en los últimos meses y se ha aprendido sus nombres. La vicepresidencia económica es lo que tiene.
Junqueras no es que sea un perfil estimado por el empresariado que se congrega en las jornadas anuales del Círculo de Economía en Sitges, pero por comparación con Puigdemont gana potencia como animal político
Junqueras no es que sea un perfil estimado por el empresariado que se congrega en las jornadas anuales del Círculo de Economía en Sitges, pero por comparación con Puigdemont gana potencia como animal político. Sin un solo papel sobre la mesa (sólo cuatro notas con referencias y no todo un discurso como el presidente) puede hablar y hablar como aquellos vendedores de tómbola que cuando ponen la directa no hay quien los pare. De hecho, la parte de su relato que espira posibilismo es algo bien recibido en ese ámbito. Como el pragmatismo, que se aprecia de igual manera como una vía para enderezar el difícil impasse político al que se enfrentan los ciudadanos catalanes.
Junqueras no ha explicado si Cataluña será independiente en agosto, con vacacionalidad y alevosía, que era una de las cosas que más se comentan entre los asistentes. Preocupa, y no saben de qué manera, la fecha en la que se intentará dar el pase torero al Gobierno central y controlar los medios de comunicación críticos, según uno de esos borradores sin paternidad que circulan entre la claca nacionalista. Nada de eso, sino datos sobre lo que su Gobierno hará para que el PIB catalán supere los 233.000 millones de euros este año, frente a los 200.000 en los que estuvo en los últimos años. “Necesitamos musculatura económica” para sustentar el Estado del Bienestar, explicó. Y esa aseveración fue lo más presidencial que se escuchó por parte de la Generalitat en el encuentro anual del Círculo. Puigdemont lo había puesto muy fácil un día antes, Junqueras no es Pujol pero con los años podría hacer un papel similar. Al tiempo.