Una de las grandes mentiras del independentismo que auspicia el Govern de la Generalitat y los partidos que lo apoyan radica en el relato idílico que se ha construido alrededor de las ventajas de la secesión. En una parte, por la inconsistencia y absoluto alejamiento de la realidad que contiene. Cuando se habla de mejorar el territorio en términos de mejor administración de los recursos, de mayor libertad o transparencia se obvia que esas cuestiones son nominales, que afectan y cuelgan de quienes las desempeñan, y que ninguno de quienes las proponen han sido capaces de hacer lo que prometen para el futuro en los momentos en los que han ejercido cualquier responsabilidad pública.
La falsedad del relato coincide con la inexistencia de una visión --de unas ideas propias, en definitiva-- sobre cómo mejorar el estado de cosas. Me explican que algunos de los ejemplos con los que se quiere aleccionar a los partidarios del soberanismo son ya un mero corta-pega de blogs de todo tipo desperdigados por el mundo, algunos de ellos de corte radical, sin más sustancia y fundamento que la conveniencia ecléctica de sumar argumentos con los que disputar un partido que saben perdido antes de iniciarse.
Los historiadores, los economistas, los ingenieros, el periodismo y, en general, la producción intelectual del procés siguen sin saber pronunciarse más que por oposición al actual statu quo
Los historiadores, los economistas, los ingenieros, el periodismo y, en general, la producción intelectual del procés siguen sin saber pronunciarse más que por oposición al actual statu quo. Jamás son capaces de dar un paso al frente y realizar una propuesta en el terreno de las ideas que no sea una mera respuesta a la España postcrisis en la que nos ha caído en suerte (o desgracia) habitar.
Cierto es que definirse por composición resulta mucho más laborioso e impide, en el terreno conceptual, determinados fuegos fatuos utilizados hasta la saciedad en los últimos años. Explicar un sistema fiscal de nueva planta, poner sobre la mesa ideas de cambio y evolución social para una hipotética Cataluña independiente o dibujar un mapa económico diferente es mucho más difícil que limitarse a sostener que el existente en España es una mierda. Entre otras razones, porque en algunas referencias la situación española no es para tirar cohetes y es merecedora de bastantes reconsideraciones. No es la única, no obstante; hacerlo bien e ilusionar a los ciudadanos de un territorio requiere de un discurso y de unas ideas que obligarían a pensar en exceso a quienes están más ocupados de auscultarse los sentimientos que de permitir el tránsito de la razón.
No sé hacia dónde camina España. Tampoco tengo una idea clara de qué será de nadie más allá de hoy. Pero que el independentismo se arrogue la capacidad de construir un relato de país sin explicar que está hueco, que es un auténtico buñuelo de viento político, resulta lamentable. Claro, a la vista de todo el inconsistente imaginario que planea sobre el horizonte político catalán es mucho más fácil hacerse la pregunta: ¿Quo vadis Cataluña? A día de hoy a un referéndum de independencia que no se celebrará y a unas elecciones autonómicas que no tardarán y que constituyen la única salida posible que se vislumbra. Todo en muy poco tiempo por más que unos y otros hablen del sexo de los ángeles. Lo veremos.