La prensa catalana anda despistada. ¿Será verdad que existe una negociación secreta entre los gobiernos de Madrid y Barcelona, tal y como desveló el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo? De existir, ¿podría llamarse secreta una vez anunciada por una de las partes? ¿Cabe la posibilidad de que se niegue por adscripción editorial a una de las partes?
El tablero de ajedrez catalán en el que se ha convertido la política permite todos los movimientos y casi todas las estrategias en busca del jaque al oponente. De momento, el independentismo coloca sus peones con un cierto ritmo de ataque, mientras que los defensores del statu quo en España practican una combinación de defensa que pasa por un cierto enroque de sus piezas.
Oriol Junqueras aparece, en todos los casos, como la dama que acompaña al rey y sobre la que nadie quiere disparar en la medida en que emerge como la salvaguarda futura de la partida en juego. Es improbable que el líder de ERC firme ningún papel que pueda conducirle a la inhabilitación para cargo público. Todo apunta a que será preservado para convertirse en el futuro ocupante del despacho del presidente de la Generalitat. Con él, explican algunos de los participantes en el juego, es con quien conviene pactar a medio plazo. ¿Será Junqueras la salida al bloqueo político?
Todo apunta a que Junqueras será preservado para convertirse en el futuro ocupante del despacho del presidente de la Generalitat. ¿Será la salida al bloqueo político?
Ahí es donde habita el run run de la supuesta negociación secreta que ha puesto tan nervioso al soberanismo, por un lado, como a los resistentes constitucionalistas que consideran que la política verdadera no es el diálogo y la transacción sino la negación del adversario cuando éste considera que sus derechos son ilimitados y trata de imponerlos. Nada que negociar con quien utiliza la petición del referéndum y el constante recurso a la movilización popular, vienen a decir. De hecho, a ese espectro de pensamiento se unen muchas opiniones y personas, como la del jurista Eugeni Gay, que sostiene hoy en Crónica Global que los ciudadanos ya deciden de manera reiterada en las elecciones y que la famosa cantinela del derecho a decidir no deja de ser una petición cargada de trampas más que una aspiración democrática.
Infraestructuras (Corredor Mediterráneo, inversión en Cercanías y alguna carretera principal) y un nuevo sistema de financiación autonómica, hasta ahora bloqueado como respuesta al pulso soberanista, se convierten en los elementos que Madrid pondrá sobre la mesa. Lo dijo ayer Mariano Rajoy, quien insistió en que no se negociará nada más, y sus equipos, vicepresidenta incluida, están haciendo todo lo posible por llevar ese mensaje al empresariado catalán y al resto de su sociedad civil para que actúen como prescriptores ante la opinión pública autonómica. Eso es pájaro en mano en la actual situación.
A los mártires del independentismo hay que proporcionarles también algún premio con el que contrarrestar la frustración por el fracaso de sus utópicos objetivos
Todo suena correcto hasta cierto punto. Constituye una salida provisional, más que una solución definitiva, al contencioso político de Cataluña con el resto de España. Pero, sin embargo, deja un espacio huérfano y frustrado que no se debe olvidar a corto y medio plazo. Se trata de quienes pueden quedar desencantados después de tocar el cielo del idealismo independentista por un final tan pragmático y posibilista. Tampoco tiene en cuenta a los cuadros de todo un partido que gobernó el territorio durante décadas, en sus diferentes niveles de administración, y cuyo final electoral puede reducirse de una forma casi rayana al estallido de la UCD en los primeros compases de la transición democrática española.
A los mártires de esos casos y causas hay que proporcionarles también algún premio con el que contrarrestar el profundo dolor y frustración que originará el fracaso en la consecución de sus utópicos objetivos. En ese ámbito, aunque les pese a ciertos sectores severos del constitucionalismo, es en el que cabe una negociación discreta y realmente secreta.