Si en algo ha existido plena coincidencia del mundo del estudio económico para analizar los acontecimientos vividos en España durante los últimos 10 años radica en responsabilizar a los excesos vividos alrededor del sector inmobiliario (con la banca incluida) del desmoronamiento del país. Hasta el punto, recordemos, de sumirlo en una profunda crisis que a punto estuvo de costar la intervención exterior de la economía.
Por eso sorprende que la patronal CEOE difunda un documento de una de sus sectoriales asociadas (la Confederación Nacional de la Construcción) en el que se reclaman medidas de carácter fiscal y normativo a las administraciones para que el inmobiliario recupere la relevancia y el peso que tuvo en el producto interior bruto (PIB) antes del estallido de la crisis.
Hay una cierta irresponsabilidad de la cúpula de la gran patronal al solicitar tamaña majadería. Que uno de sus subsectores productivos le pida apoyo no puede ser una vía libre para que el conjunto del empresariado le conceda verosimilitud incondicional. La construcción puede recuperarse por muchas otras vías (la obra civil en infraestructuras, por ejemplo, y el sector privado), que no levantando más viviendas. Menos todavía cuando existe un enorme parque por vender en todo el país fruto de los desmanes pasados.
El mercado inmobiliario está saturado y no existen razones demográficas ni de flujos migratorios que hagan necesaria iniciar la carrera que nos llevó al estallido de la burbuja
Que el PIB del inmobiliario haya pasado de suponer en 2008 un 10% del PIB al 5% actual quizá responda a que en su día nuestra economía dependía en exceso de este sector. Volver a impulsarlo como método fácil de crecimiento sólo puede llevarnos a tropezar otra vez más en idéntica piedra, o ladrillo, como prefieran.
El mercado de la vivienda se ha saturado y no existen razones demográficas ni de flujos migratorios que hagan necesaria iniciar de nuevo la carrera constructiva de los años previos al estallido de la burbuja. Sería mucho más interesante que otras confederaciones de la CEOE se hicieran planteamientos en materia industrial, turística, de servicios o de modelo productivo general antes de dar pábulo nuevamente a unos insaciables constructores que aprendieron el sencillo negocio del sector: comprar bien barato y vender lo más caro posible, con el perjuicio social e inflacionista que supuso en su día.
La gran patronal española debería extremar las cautelas ante pronunciamientos como el de ayer, que en nada favorece la recuperación de credibilidad que instituciones y agentes sociales necesitan para la nueva etapa que se abrirá paso en el país.