Han sido años, y no pocos, escuchando la matraca nacionalista siguiente: el eje nacional está ahora por delante del ideológico. Era una simplificación argumental garrula, lo que proponían al final era más sencillo. Digamos, por ejemplo, que la identidad unía más que la ideología, siempre que ésta resultara convenientemente salvaguardada en espacios, llamémosles, de orden.
El mapa político catalán ha dinamitado ese equilibrio convergente y el discurso que lo acompañaba. Explicamos hoy que CDC, ERC, Ciudadanos y… PP (¡sí, sí, PP!), han votado unidos en el Parlamento de Cataluña en contra de una resolución sobre tributos que dejó sobre la mesa la CUP en el debate de política general.
Los cuperos quieren elevar la tributación del IRPF y hacer otros ajustes análogos en los impuestos sobre los que la autonomía dispone de capacidad normativa. A saber, donaciones, sucesiones, patrimonio. Sin entrar en debates sobre modelos tributarios y consecuencias económicas, lo propuesto forma parte de su nuclear reivindicación fiscal: elevar los impuestos a los más ricos para mantener sistemas de cobertura pública dirigidos, en teoría (luego se sabe que no siempre), a los más desfavorecidos. A su resolución se añadieron los votos de Catalunya Sí que es Pot y del PSC.
Antes de todo este lío, Junqueras se despertó con un globo sonda que a punto estuvo de alumbrar la primera crisis de gobierno con CDC
Por mor de las mayorías, la iniciativa ideológica de la CUP dormirá el sueño de los justos. Los antisistema votaron a favor de la moción de confianza al presidente Carles Puigdemont. En el pacto privado que establecieron se daba por hecho que ellos se olvidaban de estas cosas de la ideología a cambio de que los asuntos identitarios volvieran a la palestra como primer elemento de unión. Y así fue como el jefe del Ejecutivo catalán les prometió un referéndum para septiembre que logró el voto necesario.
Un poco antes de todo este lío, Oriol Junqueras ya lanzó un globo sonda a los catalanes sobre la posibilidad de elevar los impuestos. El asunto quedó en nada, pero a punto estuvo de alumbrar la primera crisis de gobierno entre CDC y ERC en el seno de Junts pel Sí. Los republicanos, ahora tan pragmáticos, hicieron un guiño a sus bases más izquierdistas y la cosa se diluyó como un azucarillo.
Mas podría explicar qué le parece cómo actúan las gentes de la CUP, con los que se abrazaba para reafirmar sus comunes identidades
Pero la CUP tiene la extraña virtud de ser el verso libre de la política catalana, y aunque tan preocupados están por los asuntos de identidad como sus socios conservadores de CDC, de vez en cuando ponen su alma radical sobre la mesa y montan unos espectáculos dignos de la mejor tradición de comedia teatral. Que le pregunten a Artur Mas, por ejemplo, qué le parece la actuación de sus socios de la CUP con los que se abrazó en otros tiempos para reafirmar las comunes identidades.
Es indiscutible que hoy, cuando el nacionalismo más necesitado está de reclutar los mayores contingentes de identitaristas, la CUP es un problema añadido a su cuidada estrategia. De vez en cuando a estos chicos de la camiseta por fuera les da por hacer política real y ponen patas arriba la ordenada locura de sus compañeros de viaje. En CDC andan sublevados, porque ellos no contaban con que lo que Dios y el nacionalismo han unido, la CUP terrenal lo separe.