El líder de los socialistas catalanes protagonizó el sábado un episodio en la Festa de la Rosa que empieza a definir la política del socialismo catalán. Se trata de la enardecida exaltación de Pedro Sánchez que ha dado la vuelta al país y que le retrata de una forma mucho más banal y trivial de lo que el dirigente catalán encierra en su interior. Los gritos a favor del dirigente del PSOE fueron apagados, de golpe, apenas 24 horas más tarde, por los votos depositados por los ciudadanos en la urnas gallegas y vascas.
El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) tiene un problema de liderazgo desde hace años. Tras Pasqual Maragall se hizo el silencio, y no es una referencia humorística a José Montilla, sino al abismo político en el que se ha situado elección tras elección. Miquel Iceta es un buen parlamentario, un político de cierto nivel, pero imbuido por un buenismo que le lleva a la práctica de algunos esperpentos tan innecesarios como inútiles para la causa que defiende.
¿Cuál es la razón para que al PSC le resulte difícil conectar con nuevas generaciones, entregadas al independentismo de Junts pel Sí, el radicalismo de la CUP o la pijería progre de los podemitas catalanes?
Bien haría el líder de los socialistas catalanes en preguntarse por qué razón la mayoría de asistentes a la fiesta-mitin en la que profirió sus gritos son, sobre todo, personas de avanzada edad. ¿Cuál es la razón para que resulte difícil conectar con nuevas generaciones, entregadas al independentismo de Junts pel Sí, el radicalismo de la CUP o la pijería progre de los podemitas catalanes? Es posible que él conozca la receta, pero que sea ya la persona menos indicada para aplicarla.
Núria Parlón, la alcaldesa que quiere disputarle el espacio al frente del PSC, no es tampoco una lideresa ante la que quitarse el sombrero, pero ha entendido que alguna de las dudas del socialismo catalán puede resolverse de manera diferente a los gritos o los bailes en cualquier escenario político. Que el antiguo votante espera claridad, en el sentido que decidan, pero sobre todo unas ideas y un discurso inequívoco. Sin ella no retornarán.
Cuando Iceta hace la ronda matinal de tertulias para echar un capote a su buen amigo Sánchez, acaba haciéndole un flaco favor: con su pronunciamiento del fin de semana no se consigue gobernar un país ni tan siquiera una comunidad de vecinos. Su parodia fue del todo innecesaria y revela que las formas empiezan a sobreponerse al fondo de un partido que, antaño, gozó de un discurso y una capacidad de atracción de las capas humildes y las clases medias de la sociedad catalana que hoy ha perdido. Nada que no pueda resolverse con política, pero lo cierto es que cada día es más difícil encontrarla entre los partidos y entre sus principales dirigentes. Socialistas incluidos.