Decía George Orwell que noticia es aquello que alguien, en algún punto del planeta, no quiere que se sepa. Que el resto es propaganda o relaciones públicas. Sobre esa afirmación se construye el periodismo. El bueno se aproxima más a la primera afirmación orwelliana; el mediocre, el malo de solemnidad está pegado a su segunda visión de este noble a la vez que indispensable oficio.
Traigo a colación esta reflexión deontológica porque sobre la mesa de mi despacho se acumulan varias demandas contra Crónica Global y cuatro de sus periodistas, entre los que me incluyo, que hemos escrito en los últimos tiempos sobre la familia Sumarroca. Esta saga es conocida por sus negocios en diferentes ámbitos, aunque la construcción y el cava son ahora dos de sus principales líneas de actuación, al menos en volúmenes de facturación y notoriedad pública. Desde hace años ejercen como empresarios y tienen y han tenido estrechas relaciones con los ámbitos del poder político que son de sobras conocidos: CDC y los Pujol, en sentido amplio.
¿Estamos ante una suerte de acción legal masiva destinada a acallar y amedrentar las voces del periodismo?
Que Mercè Sumarroca Moltó y Pilar Sumarroca Dachs hayan visto vulnerado su derecho al honor y que intenten resarcirlo por la vía judicial es de lo más democrático y lógico del mundo. Que sean personas con parentesco lejano y no inmersas en ninguno de los sumarios por los que se investiga a la familia ya comienza a resultar más sospechoso. En las diferentes demandas recibidas, las integrantes de esa estirpe empresarial barcelonesa piden cantidades dispares como indemnización, desde los 350.000 euros a otras cifras igual de astronómicas y desproporcionadas a los periodistas que hemos informado u opinado sobre los acontecimientos que rodean a la familia. ¿Estamos con esa estrategia ante una suerte de acción legal masiva destinada a acallar las voces del periodismo? Todo apunta a que así sea, y que la motivación última de su actuación legal no sea otra que la de amedrentar a las principales plumas del mundo económico ante la justicia.
No somos el único medio denunciado ni los únicos periodistas que nos vemos obligados a explicarle a los jueces que no hemos vulnerado ningún derecho fundamental, sino que hemos cumplido con uno de ellos: la libertad de información. Por si no les queda del todo claro, ya les avanzo que esa estratagema, sea cual sea la decisión de la justicia, no conseguirá acallarnos ni mantenernos lejanos a sus manejos. La sociedad se merece que hagamos nuestro trabajo y ellos no podrán silenciarlo por más dinero que gasten en elaborar demandas contra la prensa que contienen tantos fallos técnico-jurídicos que ningún magistrado dudará un minuto en conocer la verdadera intención que encierran.
Bienvenidos, pues, a la nueva era de la relación entre la prensa libre y la familia Sumarroca. Nos han animado a preparar un libro sobre las andanzas de los mercaderes Sumarroca con más detalles todavía; lo merecen. Les daremos cumplida cuenta de todo, ahora más seguros que nunca de que estábamos en el buen camino.