En un blog, como articulista “a título personal” (acaso podría esperarse que lo hiciera de otra manera) y con su habitual tono predicador. Regresa Jordi Pujol y Soley porque jamás se marchó y él quiere seguir en la pomada. Su confesión del 25 de julio de 2014 fue el preludio de muchas cosas. La que hace dos años después ya tiene otro tono, entre victimista y senil: “Miro de resistir l’ofensiva de desprestigi que m’aboquen a sobre” (Intento resistir la ofensiva de desprestigio que me vierten encima).
El artículo de Pujol alecciona, sobre Europa, España y, claro, Cataluña. El tono de monje de Montserrat supura en todas las frases, en los planteamientos, en los temas que ha escogido para hacer gimnasia mental y darle rienda a su pluma. Hubo unos años en los que entre los periodistas se decía que Pujol quería ser, o ejercía, según los casos, como redactor jefe de Cataluña. Y a fe que siempre le gustó escribir.
De no haberse conocido su engaño a la hacienda y a los catalanes, el Pujol jubilado sería un grandísimo productor de artículos incendiarios. Superaría, de largo, la vocación epistolar de Felipe González, que ante cualquier gran acontecimiento del país se brinda a ofrecer su opinión en forma de comunicación periodística.
Pujol aún tiene balas en la recámara, pero no las disparará. Lo suyo es un regreso equivalente a salir al patio a tomar el fresco o mover los músculos, aunque sean los mentales. Su error fue tan mayúsculo que ahora se ve obligado a morderse la lengua cuando ve a Artur Mas cargarse el partido que él edificó. Cuando ve el incierto futuro del nacionalismo de orden se le comen los diablos por dentro. Sus artículos empiezan sobre cuestiones relativa a Europa, su amor a la patria catalana y quizá algún poema.
No, no disparará sobre Mas. Le dejará quemarse en solitario, a fuego lento.