Hay un tipejo en Andorra que se arroga la condición de periodista. Responde al nombre de Ricard Poy y es el director de Diari d’Andorra, una especie de publicación (por más que algunos colegas lo consideren una histórica hoja parroquial) al servicio de los banqueros que financian su existencia y razón de ser. Financieros, por otra parte, decadentes, cuestionados y decrépitos profesionalmente, como todo el sistema financiero del país, pero hombres al límite de la ley y enemistados desde hace años con las prácticas de transparencia.
Poy sería un buen vasallo si tuviera un buen señor. Pero ni esa suerte le acompaña. Hace unos días dedicó un artículo a Crónica Global. Lo enlazo para que ustedes lo puedan leer y su versión digital mejore en visitas, que aunque no se lo merece es lo que dicta el fair play profesional. En el texto, el colega se hace preguntas sobre esta publicación sin mencionar su nombre, como si ese ardid infantil pudiera evitarle nuestra respuesta.
Dice que no entiende nada, que durante un año se pregunta por qué razón un medio español ha tomado tanto interés sobre Andorra, un país –le falta argumentar– donde jamás pasa nada, y donde el poder actúa sin restricciones por la inexistencia de una prensa verdaderamente democrática, fiscalizadora y no indecentemente subordinada a sus paganos.
Poy es un indocumentado incapaz de conocer la historia reciente del medio que critica y enlaza, en una especie de empanada intelectual preocupante, la etapa fundacional de la marca Crónica Global con la que comenzó hace poco más de un año, con los cambios accionariales y las modificaciones editoriales que llevamos a cabo. Y no será porque no lo hayamos explicado por activa y por pasiva en reiteradas ocasiones, en este último artículo tres días antes de que nos dedicara su pluma. Es sencillo, quien no lee suficiente no debería escribir con arrogancia.
Ricard Poy es uno de esos informadores que consideran que el folclore, la política oficial y la vida local asexuada es todo el periodismo al que pueden aspirar. No puede entenderse de otra manera que el director del Diari d’Andorra no haya escrito una línea sobre la querella criminal que pesa contra el ministro de Finanzas de su país en un juzgado de Barcelona, firmada por su socio en la firma andorrana Orfund y dirigida por el antiguo magistrado español José Elpidio Silva. Su obligación profesional sería leerla, extractarla, explicársela a sus lectores y ofrecer a su ministro la oportunidad de explicar las sospechas que pesan sobre su actuación profesional previa a ejercer un cargo pública de tamaña seriedad: las finanzas del Principado. Es más, si su manifiesta incapacidad profesional con este asunto le ha impedido conseguirla, me ofrezco a facilitarle el acceso para que deje de hacer el ridículo.
Por más que se refugie en un nacionalismo con olor a naftalina, el director del rotativo andorrano demuestra un profundo desconocimiento de nuestro medio, en cuya redacción se habla indistintamente en catalán y en castellano; conviven profesionales de todas las tendencias ideológicas del país; se respeta la diversidad y la diferencia… pero a todos nos mueve una misma motivación: practicar el periodismo. Sí, colega Poy, el que se hace enfrentándose a los poderosos, soberanistas incumplidores de la legislación, ministros o ministruchos, banqueros o salteadores de fronteras, defraudadores o corruptos profesionales…
Es una lástima que los pocos lectores de su diario no tengan la suerte de que usted les ofrezca un producto periodístico de esas características. Una lástima y un flaco favor a la democracia. Reporteros sin Fronteras sigue teniendo a Andorra como uno de esos lugares en los que la libertad de prensa no es uno de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y la subordinación de los medios es más acentuada. Usted forma parte de esa casta profesional desde el cargo que desempeña y no tiene la más mínima legitimidad moral o profesional para impartir lecciones ni hacer recomendaciones deontológicas. Más bien, aplíquelas en su casa.
Se lo digo hoy, orgulloso de que nuestra marca luzca en los autobuses y tranvías de Barcelona, cuando se cumple un año de nuestra exitosa refundación. Lo dicho Poy, qué buen vasallo sería...