La crisis financiera que ha vivido el Principado de Andorra ha permitido conocerlo un poco más. Saber de su frágil sistema político, conocer sobre su inadecuada transición a la democracia desde una época pretérita, aprender quiénes son los que mandan de verdad y empezar a ver los lobbies y agrupaciones de interés con más detalle de lo que era habitual hasta la fecha.
El derrumbamiento bancario de Andorra nos ha permitido saber que muchos catalanes aún guardan su dinero negro allí, que no todos los bancos han sido ni son igual de rigurosos y que, en términos de gestión, queda un largo trecho por recorrer.
En un país democrático, ante la sombra de la sospecha, Cinca estaría destituido por el presidente del Gobierno o hubiera empezado a correr para alejarse del Ejecutivo en el que participa
Lo más sustantivo del aprendizaje derivado de todos los acontecimientos que arrancaron con la intervención de BPA es lo relacionado con la clase política del país. Nadie en España tenía conocimiento de la talla de los dirigentes del Estado vecino. Es tan pequeño, ha sido tan discreto y está tan oculto orográficamente que poco o casi nada nos hemos preocupado de él en décadas. Pero, conocida la fauna local, el asunto es alarmante.
El caso del ministro de Finanzas, Jordi Cinca, ya ha sido comentado de forma amplia en Crónica Global. Incluso así, es una vergüenza que no dimita de manera inmediata después de la información publicada por este medio en el día de ayer y sobre la que hoy ampliamos aspectos suculentos. En un país democrático, ante la sombra de la sospecha, Cinca estaría destituido por el presidente del Gobierno o hubiera empezado a correr para alejarse del Ejecutivo en el que participa.
Pero Andorra es otra cosa, todo (o casi) vale. Las tragaderas deben ser más anchas y que su ministro de Finanzas esté acusado de utilizar Panamá como paraíso fiscal para actividades privadas, que después su propio socio diga que robaba a la empresa para la que trabajaba, que se le acuse de urdir una trama de tráfico de oro y diamantes, que sea el artífice de la intervención dudosa de un banco es un cúmulo suficiente de razones para que en otro lado estuviera apartado de las labores de gobierno. Pero en Andorra, tanto el gobierno como la oposición no es que sean singulares, es que son prácticamente una misma entidad que sólo parece distinguirse por el miedo de cada uno a ser apartado del ejercicio de poder o de la tecnocracia dirigente.
La información conocida y la que irá aflorando en próximas horas será suficiente para se vaya y, por supuesto, de una contundencia que incluso el ministro José Manuel Soria hubiera salido por la puerta de servicio sin esperar ningún empujón interno. Veamos cuánto es capaz de aguantar Cinca en el cargo a pesar de que la sospecha y lo que le prosigue están sobre su cogote ya de manera definitiva.