Las grabaciones de conversaciones entre el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC), Daniel de Alfonso, se están ponderando en exceso y en obediencia a los sectarismos políticos más ruines de la recta final de la campaña electoral.
En puridad, ninguno de los dos dirigentes comete ninguna ilegalidad por lo que se ha podido conocer de esas conversaciones. El tema de debate, como casi siempre, debe situarse en un plano de carácter ético más que jurídico.
Ahí debo decirles que el ministro es un hombre de excesos en muchas ocasiones. Lo escribía aquí mismo hace apenas unos días. De sus vírgenes a sus palabras en las conversaciones no hay demasiada distancia. El PP sabe que hombres como él son tan importantes para su proyecto como perniciosos, casi a partes iguales.
Esas grabaciones atestiguan que existe una preocupación por la lucha contra la corrupción y que todos, desde el PP al último que los critica intentan aprovechar esa lacra de país en beneficio propio. Es obvio que los populares hubieran estado encantados de hallar materia criminis en las cúpulas de CDC y ERC más allá de algunas cosas que se conocen y que han sido denunciadas. Es una forma de poner de manifiesto que esos partidos que proclaman la secesión de Cataluña no son puros por más que intenten presentarse como tales ante el electorado. O formulado por pasiva, son tan impuros como el resto.
Lo que sucede es que eso es lo mismo que hacen hoy, ante el escándalo, los opositores. Todos claman contra el PP, su ministro y en Cataluña contra una oficina innovadora que no existe en otras regiones españolas y que le costó algún dolor de muelas al anterior presidente catalán, Artur Mas. ¿Magnificar la conversación de marras no es acaso una forma de uso político, en campo contrario, de lo que se plantea combatir? Diría que sí. Y, por supuesto, que Carles Puigdemont diga que hay una especie de GAL mediático es tan demagógico que sólo merece como respuesta el recuerdo de que a la Generalitat de Mas se le ha pillado con el carrito del helado de formar un sucedáneo de inteligencia justo para lo que denuncia. Si Fernández Díaz y De Alfonso iban contra los independentistas, los soberanistas intentaban lo propio hasta con listas de personas influyentes en el ámbito constitucional confeccionadas por sus espías.
Ahora llega la hora de la verdad, por encima de proclamas mitineras. ¿A quién beneficia la filtración? A los partidos independentistas fundamentalmente y a los más a la izquierda en segundo lugar. Matar al ministro en funciones es gratis, pero llevarse consigo al director de Antifrau supone también dejar casi sin efecto las investigaciones en curso sobre malas prácticas de administraciones gobernadas por algunos partidos. ¿Seguirá hablando Ciudadanos de regeneración y transparencia llevándose por delante en la melé demagógica a la cabeza visible de la oficina catalana de lucha contra la corrupción en el sector público? ERC, que fue su impulsor, ¿también jugará a matar la institución porque su director hablaba con el ministro del hermano de Oriol Junqueras y su relación desde el sector privado con lo público? Y el PSC, ¿mantendrá su ambigüedad de otras cuestiones en lo que afecta a la OAC porque su partido está siendo investigado? De Alfonso, que ya ha sido juzgado y condenado en mítines y medios de comunicación, debería resistir y que los que quieran su cabeza la pidan a la par que dejan claro cuál es su apuesta en la lucha contra la corrupción y el fraude.
Que nadie se ponga estupendo en demasía. Estamos en la recta final de una campaña electoral en la que España y Cataluña vuelven a jugarse mucho. De ahí que exista tal grado de sensibilidad, demagogia y populismo para distribuir. Y en eso no hay excepciones, todos están igual de implicados en la utilización política de todo aquello que consideren útil a su causa. Y mientras no se produzca un pacto de estado real contra la corrupción caminaremos por donde solíamos.
El problema real puede venir porque a propósito de un affaire como el presente decaiga una de las instituciones catalanas más singulares y originales, la OAC. Eso sería una mala noticia para los ciudadanos que ni grabamos, ni conspiramos, ni tan siquiera entendemos muy bien quién ha grabado qué. Esperemos, pues, que a partir del próximo lunes regrese algo de cordura para calmar esta tempestad que está teniendo lugar en un vaso de agua, de café para más señas.