Nadie en España era capaz hace unos años de poner en duda que El Corte Inglés era la mayor empresa del país en términos de aportación al PIB, empleo y presencia física. Un auténtico gigante que tenía a Isidoro Álvarez detrás como idolatrado impulsor, pero que de repente ha dejado de tener esas características mayestáticas e incluso en los últimos años de vida del que fuera uno de sus fundadores entró en barrena como compañía. Hoy de El Corte Inglés ya se habla con normalidad en los medios de comunicación pese a su potencia de inversión publicitaria.
Hace unos días la prensa extranjera, el Financial Times en concreto, se refería a su crisis como corporación comercial y a su nula contribución fiscal a la Hacienda Pública en estos años. Desde que se abrió el melón de las finanzas de la cadena de grandes almacenes y su dependencia bancaria quedó al descubierto todos nos dimos cuenta que era tan vulnerable como cualquier otra empresa muy endeudada y con activos difíciles de realizar.
Álvarez no fue un genio en sus últimos años de gestión, más bien lo contrario. Habría que discutir si la incorporación de un alto ejecutivo que hizo Amancio Ortega (Inditex) le salva del tropezar en el mismo mal que el fundador de El Corte Inglés. Incluso podría discutirse si Isak Andic (Mango) y su fórmula de moda ya han tocado techo empresarial a la vista de los últimos resultados.
Pese a todo las sociedades necesitan rodearse de verdades reveladas como ejemplos a seguir, líderes prefabricados o estelas por las que continuar un camino. Examinemos otro caso de gigante herido, el Banco Popular. Sus directivos y ejecutivos insisten en que no pasa nada, en que poseen muchos novios y que su solvencia está a prueba de bomba. Pero ni el mercado bursátil, ni seguramente ellos mismos creen ese mensaje. El Banc Sabadell no ha querido fusionarse con la entidad próxima al Opus Dei y para evitar que los números provocaran un socavón enorme, Ángel Ron, su presidente, ha puesto en marcha de urgencia una ampliación de capital. Lo que era un tratamiento médico de altísima gravedad acaba presentándose como una muestra de dinámica (exprés se llama ahora) gestión financiera…
Una década antes estábamos hartos de escuchar como los analistas se referían al Popular como el banco más rentable de Europa. ¿Qué ha pasado en tan poco tiempo para que lo que parecía inalterable haya dejado de serlo súbitamente?
La gestión, los hombres y personas, la capacidad de anticipación, la buena planificación. Es lo que facilita o impide estos incidentes de fracaso a los que me refiero. En ocasiones se argumenta que las organizaciones están por encima de las personas y así debe considerarse en algunas por su específica finalidad. En otros casos, las personas son las que tienen el derecho a sobrevolar un proyecto por cuanto son ellas las que lo han hecho posible o lo mantienen en un determinado nivel. ¿Existiría Microsoft sin Bill Gates? ¿Sería posible Mercadona sin Juan Roig? ¿A alguien se le ocurre Apple sin la varita mágica de Steve Jobs? Así podíamos hacer un largo etcétera de proyectos vinculados a personas. Cuando pierden o se empobrecen en lo personal, esas mismas organizaciones (sean empresas u otro tipo de entidades) se convierten en gigantes cojos, con los pies de barro. El Corte Inglés o el Banco Popular son una muestra inequívoca, el retrato más actual de ese fenómeno.