Es un niño huérfano. No tiene ya ni padre ni madre, ni nadie que lo bendiga. La barbaridad de Artur Mas y el camino que hizo tomar a CDC, la implosión de Unió, fracasada dos veces en las urnas, el despiste del PSC y su desmoronamiento político y luego electoral, son sólo pequeños retazos de las consecuencias mortales que ha vivido el centro catalán en apenas un lustro.
En junio volveremos a votar, pero los catalanes seguimos sin tener disponible una opción de centro.
Aquí se debaten más cosas que las del habitual eje izquierda-derecha. Por ejemplo, en el debate soberanista, ¿cuál es la posición de centro? Cuando los debates se han convertido en una búsqueda de respuestas claras, sí o no (propias de quienes piden un referéndum), ¿qué pueden proponer los centristas?
El centro político, si quiere tener espacio y formular una oferta con capacidad de arrastre electoral, deberá aclararse. Y formar parte del centro es bastante incompatible con aventuras soberanistas que son radicales por esencia, por su vocación transformadora del statu quo. El centro sólo puede entenderse con el resto de España en términos clásicos, aunque puedan matizarse las políticas y mejorarse financiaciones y otras cuestiones de índole cultural o pseudofolclórica, el resto de propuestas políticas destacan por su radicalidad de cambio.
Ciudadanos puede regresar al centro político por la vía del regeneracionismo. Unió puede contribuir a darle pátina catalanista sin cometer los excesos excluyentes o supremacistas del nacionalismo actual. El PSC puede ponerle rostro social y recuperar su espacio en la Cataluña menos divina y más real. Será cuando entienda que la Cataluña urbana también vive en el área metropolitana, no sólo en la Barcelona de clases medias. CDC, bueno, lo tiene peor, casi imposible para su retorno. Casi tan difícil como el PP mientras no se sacuda complejos y desaparezca toda una generación de su aparato político.
El centro catalán no será un nuevo partido, será una actitud. Será una forma de gobernar sin marginación o abuso de identidades y simbologías. El centro puede ser una conquista ciudadana, que recupere una administración realmente a su servicio y no lo contrario. El nuevo centro catalán puede conjurar los excesos de radicalidad de quienes con la demagogia populista ponen en ridículo y peligro décadas de avance y de mejoras en el estado del bienestar colectivo. Darle pábulo y apoyo en gobiernos locales o autonómico no contribuye a centrarse, es obvio.