Florentino Pérez vino a Barcelona acompañando a su club, el Real Madrid, y dispuesto a ser sodomizado futbolísticamente. Nada de eso pasó, el viudo empresario volvió a su ciudad y se fue más eufórico de lo que llegó: su equipo había ganado un partido insospechado, de máxima rivalidad y en casa de su gran adversario. Lo hizo en la misma temporada en la que su equipo ha fallado más que una escopeta de feria y el Barça, en cambio, se había convertido en una especie de líder indiscutible por su juego y resultados.
En cualquier caso, el Barça no tiene un problema deportivo. Hace años que juega como los ángeles y salvo despistes como los del sábado parece indiscutible la supremacía que ejerce en el campo de juego. Eso a decir de los culés irracionales es lo principal, ganar a cualquier precio. En este deporte de sentimientos se trata de no perder y lo demás es accesorio. Si el equipo del sentimiento se lleva la liga, la copa y la competición europea tanto da hacer el ridículo un día en el perímetro verde.
El verdadero problema del club está más proximo al presidente del Barça que a sus gestores
Por tanto, para la gran mayoría, perder contra el eterno rival es un problema del día, se perdona la cena y no tiene mayor relevancia. Pero la cosa tiene mayor profundidad, y eso nadie parece dispuesto a recordarlo: el club presenta un problema serio en los despachos. Tan importante resulta que nadie habla, empezando por la prensa especializada deportiva, que tan cariñosamente tapa esos defectos no sea que bajen sus ventas o audiencias
Nadie sabe quién es Ignacio Mestre, el director general del club. Todo el mundo conoce, sin embargo, al presidente, Josep Maria Bartomeu. Se da la circunstancia de que el verdadero problema del club está más próximo al presidente que a sus gestores: el patrocinio de la camiseta.
Hace tiempo, este medio explicó que Qatar, el gran patrocinador del equipo, estaba en una posición que haría difícil el entendimiento. Fue tras las elecciones a la junta directiva, en la que la candidatura de Bartomeu se impuso a sus oponentes, pero casi todos hicieron una mala lectura del contrato que sostenían con su patrocinador.
Javier Faus ligó un acuerdo con los árabes de Qatar que ni 'Barto' ni Monje ni Mestre pueden reeditar
El emirato árabe paga un dineral por esponsorizar la camiseta, pero los culés puros no quieren ayudar a emiratos en los que hay serias dudas sobre determinadas prácticas políticas. Eso sucede, sobre todo, desde que el Barça se ha convertido en un elemento más del nacionalismo político, corriente ideológica que se ve en la necesidad de separarse de las malas prácticas políticas internacionales para justificar las propias, sean lingüísticas, democráticas o de cualquier signo.
Javier Faus, anterior vicepresidente económico del club, había encontrado un punto de acuerdo con los árabes de Qatar que ni Bartomeu (que le considera un traidor) ni su sucesora en el cargo, la empresaria Susana Monje, han sido capaces de reeditar. Monje tiene suficientes problemas propios (los trabajadores de su empresa, la constructora Essentium protestan porque no cobran desde hace tiempo) como para cuidarse de los ajenos. Y, claro, ni Bartomeu ni el vicepresidente del negocio de las motos, el empresario de Dorna Manel Arroyo, son capaces de resolver el espinoso asunto.
Tanto se complicó la cosa que Qatar sigue sin decir si revalida el macrocontrato. El Barça, impaciente, se vio en la obligación de decirle a su segundo patrocinador, Nike, que imprimiera las nuevas camisetas sin la publicidad pectoral. Qatar se enfadó porque Bartomeu y los suyos no defendieron la opción y se sumaron al carro electoral de poner dudas sobre el emirato y su dinero. Barto no se atrevió y ahora echa en falta a Faus para cerrar el contrato con los complicados árabes que ponen la rúbrica tras la ristra de millones de euros de patrocinio en la camiseta.
Ahora Qatar dice que no quiere pagar tanto y es el Barça el que empieza temporada sin que su área económica sepa cuánto recibirá de patrocinio de la camiseta. Un auténtico despropósito, más todavía si se quiere llevar a cabo una ampliación del estadio de coste estratosférico. Ni Barto, ni Mestre, ni Monje, ni el hombre de las sociedades en Panamá Carles Vilarrubí saben cuánto cobrará el club del emirato en concepto de patrocinio.
Han importunado a los empresarios árabes y ahora están pagando las consecuencias. El Barça palmará dinero o palmará un año en cobrarlo. Ésa será la gran decisión de Barto y los suyos. Lo del Madrid, en cambio, apenas fue un accidente del calendario…