Una empresa de auditoría internacional como Deloitte vive del prestigio y de la reputación. Más incluso que las agencias de calificación de riesgo, que en su día perdieron el crédito ante la opinión pública y difícilmente lo recuperarán.
En el caso de una auditora la cosa es aún peor. Sus informes sirven para fijar precios, para que los inversores, socios pequeños o grandes, tomen decisiones y para que el mercado conozca el estado real de las cuentas de una compañía. En síntesis contribuye a conceder garantías a los entornos de cualquier empresa. Cuando se cometen dos pifias mayúsculas como las de Bankia y Abengoa, el principal activo de una auditora salta por los aires. Se dilapida.
Veamos. Deloitte fue quien validó los estados contables de Bankia, los números que permitieron su salida a bolsa. Servidor, que suscribió un minúsculo paquete accionarial, no hará más comentarios, en tanto que resultó perjudicado y no es voz neutral. Pero cómo siguió la historia, los episodios con Rato, la intervención, el crédito europeo para el rescate financiero, etcétera, ya la conocen.
Peor aún es lo que ha pasado con Abengoa, a quien Deloitte le ha cobrado 20 millones de euros en los últimos años por auditar sus cuentas. Un joven, que hacía un trabajo de final de curso para bachillerato, detectó a la perfección el agujero de la empresa andaluza, pero su auditor fue incapaz de alertar a bancos, accionistas y trabajadores de las tramas contables que vivía la empresa. ¿Para qué sirvió, por tanto, ese trabajo y esa millonaria facturación? La respuesta es obvia, para nada.
Revelaba ayer el digital Voz Pópuli que el Banco de Santander e Iberdrola han decidido prescindir de sus servicios. Sus defensores dicen, en cambio, que salvó a Pescanova. Un servidor lo refuta: no es cierto, a Pescanova la salvaron los bancos acreedores, no un auditor que lo único que hizo es ordenar la documentación contable para que los bancos decidieran cómo evitar el desplome final y definitivo de la compañía pesquera. Cuánto se tragaban de los créditos concedidos, en resumen.
Ese ritmo de pifias que vive Deloitte con el Ibex 35 no presagia nada bueno. Ahora todos miraremos y preguntaremos quién audita. Hay nombres que empiezan a dar miedo. Salvo, claro está, que vivan ustedes en Cataluña. En este país nuestro, la auditora contrató para su división de consultoría a David Madí, otrora alterego de Artur Mas. Lo querían a tiempo completo, pero el empresario y político de restaurante prefirió combinar ese trabajo con otros encargos: Endesa, Applus , Telefónica. Incluso trabajando part time el agudo Madí ha conseguido que la auditora de las pifias triplique sus contratos en Cataluña, y en especial cerca de la administración autonómica.
Lo cierto es que Deloitte lo tiene feo, muy feo, después de esas mayúsculas e incomprensibles pifias y omisiones. Si lo acontecido perteneciera al ámbito de la política, de forma rápida se hubieran pedido dimisiones. ¿No corresponde hacerlo igual en el ámbito de la empresa privada si los efectos trascienden su propia dimensión? Pues nada, quedamos a la espera de ver qué nos ofrece la empresa. No es necesario un harakiri a la japonesa, pero algún gesto no estaría mal.