El Tribunal Supremo ha ratificado una sentencia de la Audiencia Provincial de Palma que condenó a dos años y medio de cárcel a Maria Antònia Munar, expresidenta del Parlamento de las Islas Baleares y exlideresa del desaparecido partido Unión Mallorquina. A esta formación se la motejó en su día de Unión de Malhechores, dada la cantidad de directivos imputados y recluidos en la trena que llegó a acumular.

El Supremo considera probado que Munar se embolsó una parte de la mordida de 4 millones de euros que pagó Sacresa, una de las sociedades promotoras de la familia barcelonesa Sanahuja. Además de la pena de prisión, en su día se impuso a Munar una multa de 5 millones y se le inhabilitó durante ocho años. Todo ello ha sido ahora refrendado punto por punto por el alto tribunal.

Este episodio de corrupción político-empresarial se remonta a 2006. A la sazón hizo correr ríos de tinta. El escándalo estalló a raíz de la subasta de Can Domenge, el mejor solar de Palma, de titularidad pública.

A la puja acudieron los grupos inmobiliarios Núñez y Navarro y Sacresa, entre otros. Núñez ofreció 60 millones. Sacresa, 30. Contra todo pronóstico, se adjudicó a esta última. La diferencia con la otra apuesta era tan abultada, el asunto despedía tal hedor a coima, que menudearon las denuncias, entre ellas una del propio Josep Lluís Núñez.

En el curso de las indagaciones, el juez ordenó el registro de las oficinas de Sacresa en Barcelona. Allí se incautó de unos papeles manuscritos en los que figuraban todas las claves de la almoneda. Tales documentos estaban fechados varios meses antes de su convocatoria oficial.

Es más, Sacresa encargó al arquitecto Jean Nouvel los planos del proyecto, consistente en levantar sobre el predio medio millar de viviendas. Y volvió a darse una inexplicable anticipación. En efecto, Nouvel empezó su trabajo siete meses antes de que los pliegos de condiciones vieran la luz en el Boletín Oficial de las Islas Baleares.

Maria Antònia Munar alcanzó tal poder en las islas que dio en llamársele “Sa Princesa”. Ahora es un ángel caído

Por si semejantes indicios no bastaran, el capitán del lujoso yate de Sanahuja reveló al juez que por las fechas del dichoso concurso, había transportado en la espectacular embarcación, de 44 metros de eslora, “cinco o seis bolsas similares a las del Mercadona, repletas de fajos de billetes”.

“Las cargamos en un coche en Barcelona, las introdujimos en el barco, atracado en el Port Vell, y a las nueve de la noche zarpamos hacia Palma. Fue una singladura rarísima por la hora y porque apenas había a bordo un par de miembros de la familia, siendo así que en los traslados a las Baleares, suelen ir todos sin excepción”.

A la mañana siguiente, tras arribar a Palma, el barco fue escenario de una reunión a puerta cerrada. El capitán identificó entre los asistentes “a un político mallorquín y a uno de los hijos de Román Sanahuja”.

El acopio de pruebas era tan apabullante en su contra, que Sanahuja decidió comparecer ante los fiscales y les cantó la Traviata. A cambio de una rebaja de las penas que le evitase ingresar en la cárcel, confesó de plano sus manejos y admitió que relevantes cargos de Unión Mallorquina le habían filtrado subrepticiamente las bases de la licitación. Finalmente la cayeron ocho meses de cárcel, pero no hubo de entrar.

El acopio de pruebas era tan apabullante en su contra, que Sanahuja decidió comparecer ante los fiscales y les cantó la Traviata

El serial se completó cuando Bartomeu Vicens, que fue consejero de Territorio del Govern balear, dirigió al juzgado un mortífero escrito donde explicaba con todo lujo de detalles la gestación y cuantía del cohecho.

El asunto salpicó también a Joan Maria Pujals, ex consejero de Enseñanza y Cultura de la Generalitat catalana entre 1992 y 1999. Cuando ocurrió el embrollo de Can Domenge, Pujals formaba parte de la plana mayor de Sacresa. Reconoció ante el tribunal que medió entre la empresa y Unión Mallorquina, es decir, fue quien negoció la comisión de los políticos. En el juicio, Sanahuja lo calificó gráficamente de “conseguidor”.

Maria Antònia Munar alcanzó tal poder en las islas que dio en llamársele “Sa Princesa”. Ahora es un ángel caído. Desde hace más de cuatro años está entre rejas. Por delante le queda una larga temporada a la sombra.

Le han caído ya 14 años de condenas firmes: cinco años y medio por el llamado caso maquillaje, seis años por el primer juicio de Can Domenge y dos años y medio por este segundo juicio. Aborrece el delito y compadece al delincuente, reza la máxima. Munar, derrumbada, inspira hoy compasión incluso a sus más acérrimos enemigos.