Corríjanme si lo he entendido mal: en Irán asesinan a mujeres por protestar contra las infames autoridades que les hacen la vida imposible y en Occidente, como muestra de solidaridad con las difuntas, un montón de mujeres se cortan un mechón de pelo y graban en vídeo la operación; no dudo de su buena intención, pero… ¿en qué afecta eso a los energúmenos que mandan en Irán? Francamente, me cuesta imaginar al ayatola de turno llorando ante el vídeo de Juliette Binoche aplicando las tijeras a su melena y llegando a la conclusión de que no está bien matar a mujeres por llevar el velo mal puesto. Políticas y actrices han sido las primeras en apuntarse al nuevo challenge de Instagram, y –lo reitero— no dudo de su buena intención, pero hay un elemento inevitablemente frívolo en la iniciativa, que la rebaja al nivel de lo del cubo de agua helada por la cabeza y otras memeces bienintencionadas a las que hemos asistido durante los últimos años. Ya sé que las mujeres del mechón cortado no pueden hacer mucho más contra los peligrosos imbéciles que gobiernan Irán, pero es que tampoco están obligadas a hacer nada. Es a los Gobiernos occidentales a los que les toca hacer algo contundente en relación al islamismo subnormal que impera en países como Irán o Afganistán, a los que habría que poner en la misma lista que a la Rusia de Putin y aplicarles el tratamiento correspondiente. Lo de Irán (y Afganistán) son, directamente, crímenes contra la humanidad, al igual que los que Putin está perpetrando en Ucrania, pero no veo en nuestras autoridades excesiva firmeza a la hora de replantearse nuestra relación con esos países en los que a una mujer le pueden reventar la cabeza en comisaría porque le asoma el cabello bajo el velo. Si nuestra única reacción es el challenge del mechón, estamos listos.

No sé qué sucederá en otras naciones europeas, pero en España no detecto un gran interés de nuestra (supuesta) extrema izquierda en cuadrar a los malditos clérigos iraníes. Nuestros políticos, de la izquierda a la derecha, prefieren rasgarse las vestiduras porque unos jóvenes cromañones de un colegio mayor de Madrid les gritan groserías a las chicas del colegio mayor de enfrente, groserías que, a estas, para colmo, no les ofenden en absoluto, pues aseguran que el ser tildadas de putas y ninfómanas les parece una tradición muy bonita y reconocen que les tienen mucho cariño a los cromañones de enfrente. La cosa, lo reconozco, es lamentable, pero acaba convirtiéndose en una excusa para meterse con los pijos, los cayetanos y, en suma, la derechona (aunque hasta esta abomina de los nuevos cromañones). Irene Montero se ve obligada a decirles a las chicas del colegio mayor que deben sentirse ofendidas, cuando no se sienten así en absoluto (tal vez deberían, pero lo cierto es que parece hacerles gracia la peculiar comunicación sentimental de los chavales del colegio mayor de enfrente: ¿dónde está la ofensa si esta es consensuada, por lamentable que se nos antoje a todos?).

Parece que con el machismo se acaba indignándose por persona interpuesta. Y que con los dementes que rigen Irán, no hay nada como grabarse en el momento de cortarse un mechón de pelo (creo que fue más valeroso, hace un montón de años, grabar el hit de Siniestro Total Ayatola, no me toques la pirola). Yo diría que no basta con las buenas intenciones para poner coto a las actitudes penosas de un gobierno extranjero o de un determinado sector social juvenil nacional. Sí, es razonable decirles a los cavernícolas del colegio mayor madrileño que no se puede ir soltando burradas impunemente, aunque las receptoras de dichas burradas las encuentren, en el fondo, entrañables. Sí, cortarse un mechón de pelo en solidaridad con unas chicas asesinadas por unos carcas que van por ahí con una toalla en la cabeza es un gesto poético y una muestra de buena fe (aunque completamente inútil a nivel práctico). Hay regímenes a los que los Gobiernos occidentales deberían hacer la vida imposible, y no detecto ni que se esté intentando (¡No molesten, que estamos muy liados con lo de Ucrania!).

Bienvenido sea, de todos modos, el challenge del mechón, pero no podemos quedarnos ahí. Y los chorreos de Irene Montero, que se los ahorre: a fin de cuentas, estuvo emparejada con un sujeto que declaró públicamente que le apetecería azotar a una presentadora de televisión hasta hacerla sangrar y se quedó tan ancho.