El Gobierno español lleva tiempo desmoronándose a causa de las trapisondas, entre Rififí y Torrente, de algunos de sus miembros y allegados. La mujer y el hermano del presidente están imputados. El ex secretario general y su fiel escudero duermen ya en Soto del Real. Un alto cargo ha recibido acusaciones de acoso sexual (denunciado hace meses, pero no tenido muy en cuenta hasta ahora, cuando ya no queda más remedio).

Sánchez inventa excusas inverosímiles para quitarse el muerto de encima, como la de que apenas conocía a Ábalos, pese a haberlo nombrado él y haberse dado la vuelta a España juntos cuando la campaña de recuperación del poder de hace unos años. Cada día nos enteramos de algún sindiós nuevo, pero el Gran Jefe insiste en llegar, aunque sea medio muerto, a las elecciones de 2027, para que veamos que a resiliente no hay quien le gane.

Todos estos, digamos, incidentes son asumidos por el Gobierno con una pachorra desesperante. Es como si tuviesen cosas más importantes que hacer que poner orden en el partido. ¿Qué cosas? Bueno, por un lado, está lo de pedir excusas a México por la conquista del año catapum y descolonizar museos, tareas de las que se encarga, con un entusiasmo digno de mejor causa, el inefable Ernest Urtasun.

Luego tenemos la campaña del Ministerio de Igualdad para eliminar el uso del término “Charo” (surgido en Forocoches, qué se le va a hacer, a imitación del norteamericano Karen), por considerarlo denigrante para feministas y fans del PSOE (de momento, la señora ministra aún no se ha sumado al linchamiento del pobre Juan Soto Ivars, pero todo se andará).

Y, last but not least, la perla de la corona del pensamiento sanchista: nos damos de baja del Festival de Eurovisión para no tener que aguantar a los judíos, a los que les hemos cogido mucha manía desde lo de Gaza.

Medidas excepcionales, sí, señor. Sobre todo, la de ausentarse del Festival de Eurovisión. Si José Luis Uribarri llega a resucitar, se volvería voluntariamente al ataúd ante semejante humillación.

A mí, simplemente, se me cae la cara de vergüenza (me la acababa de volver a poner después del tono tiralevitas adoptado por el señor presidente con Puchi y su pandilla) al ver la importancia que el Gobierno más progresista de la historia de España parece otorgar a un festival rancio, sin relación alguna con el estado actual de la música pop, sostenido por lo más frívolo y tontorrón del colectivo LGTBIJKLM…

Si te retiras de una chorrada como Eurovisión, quedas muy progre sin jugarte prácticamente nada. No nos hemos retirado de eventos deportivos en los que también está presente Israel. No hemos cortado relaciones diplomáticas con el Gobierno del carnicero Netanyahu. Nos conformamos con retirarnos del Festival de Eurovisión para no compartir escenario con los malditos judíos (mientras seguimos sin reconocer la presencia de los animales islámicos de Hamás en lo que llevó a la Gaza hecha fosfatina).

Sin pensar, evidentemente, en nuestros eurofans, que son una pandilla muy nutrida que lo va a pasar mal este mes de mayo sin su ración de mamarrachadas: aquí se viste a un santo desvistiendo a otro; alegría para nuestros seudopalestinos profesionales y desdicha para el colectivo gay.

Yo creo que el Festival de Eurovisión constituye una realidad alternativa que se rige por sus propias reglas, que no rigen en el mundo real. Si tenemos (o lo tiene nuestro Gobierno) un problema con Israel, ¿no deberíamos resolverlo en ese mundo real? En el planeta Eurovisión no hay guerras y no caben rencillas.

Y si se admitió en su momento a Israel, que no está en Europa, ¿a qué viene ahora tanta alharaca seudoprogresista? Para el festival, un mamarracho israelí tiene tanto derecho a participar en él como un mamarracho español. Su realidad, convenientemente distorsionada, no tiene nada que ver con la del mundo en que vivimos.

Eurovisión es una fantasía chunga, un delirio no binario, una realidad paralela en la que no hay que inmiscuirse por motivos políticos. Los problemas del mundo real deben debatirse en ese mundo real.

Pero cuando esos problemas del mundo real ponen en un aprieto al gobierno de turno, este opta por gestos inútiles como la represión del Charismo, la proliferación de puntos violeta (solo verlos, el violador cae en el terror más profundo), las excusas descolonizadoras o la fuga de Eurovisión. Menos hablar de lo que toca y actuar en consecuencia, cualquier cosa.