Pedro Sánchez se ha salido con la suya y la amnistía a los golpistas catalanes ha sido declarada constitucional por un tribunal presidido por Cándido Conde Pumpido, antaño fiscal general de José Luis Rodríguez Zapatero (gurú del actual presidente del gobierno, por incomparecencia hostil de Felipe González, que lo detesta) y actual tapado (medio destapado) del sanchismo en el Constitucional.

La decisión se ha tomado por la victoria de seis jueces contra cuatro (definidos los primeros como progresistas, aunque no se entienda muy bien que tiene que ver con el progreso perdonar a unos enemigos del estado a cambio de siete votos parlamentarios) y la cosa ha tirado adelante sin esperar a ver qué dice el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que ya comentó que una amnistía negociada con unos amnistiados que ni han pedido disculpas ni nada le olía ligeramente a chamusquina.

Ya solo falta ver qué dice al respecto el Tribunal Supremo, trufado de prevaricadores como el juez Marchena, según Carles Puigdemont, que, como el protagonista de la célebre ranchera, se muere por volver.

El asunto apesta a pucherazo de Sánchez, cuya desfachatez aumenta a diario. Pensemos en la anunciada ley Bolaños para entorpecer el trabajo de los jueces. O la ideaca de poner a la UCO al servicio de la abogacía del Estado, que, como reconoció el propio Sánchez, ya sabemos de quién depende, ¿no? Poco a poco, nuestro querido presidente se va volviendo un tiranuelo sudamericano. Y, encima, nos dice que todo lo hace por nosotros, su sufrido pueblo.

Según un comunicado de su gobierno, la amnistía a Puchi y su pandilla basura ha logrado la reconciliación entre catalanes y entre catalanes y ciudadanos del resto de España. Mentira, claro. No existe reconciliación alguna y todos seguimos tan enfrentados como en los mejores tiempos del prusés. Pero si cuela, cuela.

No hay más que ver la reacción de los políticos lazis, que no han dado ni las gracias. Por el contrario, su reacción ha sido del modelo ¡Ya era hora!, como si se les hubiese hecho esperar demasiado para perdonarles sus pecadillos. El inefable Tururull, de Junts, ha sido visto exigiendo que la sentencia se cumpla a la voz de ya, y si hay que recurrir a medidas punitivas, recúrrase (que diría Hugo Chávez).

Tiene narices que un tipo que se ha pasado por el arco de triunfo el estatuto catalán, la constitución española y toda cuanta norma de obligado cumplimiento que se opusiera a sus planes delirantes aparezca ahora transmutado en un firme defensor de la legalidad vigente.

Algunos, incluso, han llegado más allá, como las chicas de la CUP, según las cuales, la amnistía es una jugarreta del PSOE para ignorar el conflicto de fondo (el que tiene lugar en sus cabezas, intuyo) y salvar el pellejo aparentando piedad por los vencidos.

El supuesto conflicto de fondo está en boca de todo el lazismo. A él se ha referido también el beato Junqueras, que no ve la hora de que le levanten la inhabilitación y pueda volver a impartir doctrina desde el púlpito de las urnas.

Evidentemente, aquí nadie pide disculpas por haber generado un problema nacional y haber pasado olímpicamente de más de la mitad de la población catalana. El Ho tornarem a fer sigue vigente y no se aprecia el más mínimo propósito de enmienda.

Al día siguiente de la presunta constitucionalidad de la amnistía, ya estaban todos exigiendo un referéndum de autodeterminación para abordar el supuesto conflicto de fondo. Y, por si aún no teníamos bastante, Salvador Illa, en modo Ned Flanders, exigiendo celeridad a la justicia a la hora de aplicar la amnistía a quienes le consideran un presidente ilegítimo y españolista.

Tras la aplicación del 155, la ridícula sublevación de Puchi y su alegre pandilla estaba prácticamente sofocada, y sus impulsores, desactivados, ya fuese en el trullo o en Flandes. Fue Sánchez quien los resucitó obedeciendo a su conveniencia, mientras lo que solo le beneficiaba a él - que España y el PSOE y la socialdemocracia y la izquierda le importan un rábano-, nos lo intentaba vender como grandes servicios a la patria y a la reconciliación nacional.

Regadas por Sánchez, las plantas indepes han crecido y se han crecido, hasta el punto de negociarse una amnistía para seguir apoyando, a su manera, al gobierno del Puto Amo, como dijo Óscar Puente, o Míster Guapo, como le llamó Pedro Almodóvar. Una vez concedida, les preocupan los flecos del Supremo y del TJUE, por lo que piden (¡exigen!) que se les despeje el camino hacia la impunidad.

Y, mientras tanto, Pedro Sánchez gana tiempo y resiste, ayudado por una oposición lamentable. Si la UCO no saca más basura, suya o de sus secuaces, parienta, hermano y suegro, este hombre va a aguantar hasta el 2027, pues sabe que, como decía Giulio Andreotti, el poder desgasta, pero no tenerlo desgasta mucho más.