Como ustedes ya sabrán, se está produciendo una huida masiva de la red social X (antes conocida como Twitter) por parte del colectivo progresista que colgaba ahí sus ocurrencias y sus bienintencionadas propuestas para un mundo mejor.
¿Motivo?: la compra de la red por el infame Elon Musk, dispuesto, al parecer, a convertir al buen y viejo Twitter en un arma de la reacción, la carcundia y, a fin de cuentas, el farcihmo (o sea, lo mismo a lo que aspira su ídolo, Donald Trump, con los Estados Unidos).
Se quejan los usuarios progresistas de X de que la cosa ha dejado de ser un espacio seguro en el que sentirse a gusto en compañía de gente que piensa de manera parecida a ellos, pues se han colado, azuzados por el perverso señor Musk, los miembros más destacados de la fachosfera internacional, convirtiendo en un vertedero de extrema derecha lo que, según los dimisionarios que emigran a BlueSky y otros espacios virtuales menos ofensivos, fue cuando se llamaba Twitter un ejemplo de urbanidad y buenos modales en el que daba gusto departir con gente educada que, como ellos, anhelaba un mundo mejor (mientras aprovechaba, eso sí, para dar su opinión sobre todo tipo de temas sin que nadie se la hubiera pedido: con Twitter se había acabado lo de enviar una carta al director de un diario, aportando nombre, dirección y número de DNI, ¡cualquiera podía decir lo que quisiera! Y si a alguien le parecía mal es porque era un detractor de la libertad de expresión).
Esa imagen paradisíaca de Twitter no coincide mucho con la que yo siempre tuve. Reconozco que nunca colgué nada en Twitter, que me parecía, por lo que me llegaba de ella, un desahogo para esa gente frustrada porque la sociedad no le presta la atención que merece, una oportunidad de hacerse sentir importante, necesaria y relevante a gente que no era ninguna de las tres cosas.
También se me antojaba un cónclave de energúmenos con muy mala baba que se dedicaban a insultar sin tasa a todos los que no pensaban igual que ellos. Cuando los años dorados del prusés, encontraron refugio en Twitter todo tipo de indepes violentos, desagradables y cansinos que cada día daban la chapa a conciencia con su monotema.
Reconozco que consideré la posibilidad de entrar en Twitter para discutir con ellos y tratarlos a patadas, pero no lo hice: perdería horas intercambiando insultos con pelmazos, y además lo haría gratis, cuando podía hacer lo mismo, pero cobrando, escribiendo artículos en este diario o libros como El manicomio catalán o El derecho a delirar.
Aunque ahora me vendan un Twitter que era como una Arcadia de la comunicación alternativa, el Twitter que yo recuerdo era un congreso de majaretas (algunos con muy mala uva) empeñados en difundir sus manías y un ejército de losers en busca de gente aún más simple que ellos que les hiciera casito y les ayudara a sentirse relevantes (algunos lo lograron: véase al inefable Alvise).
Pero gracias a la entrada de ese monstruo orwelliano que es Elon Musk, lo que siempre fue una olla de grillos y, con perdón, una merienda de negros, se ha convertido en un foro ejemplar en el que brillaban con luz propia las mentes más privilegiadas del mundo contemporáneo.
La cosa me recuerda a ese recuerdo, básicamente inventado, de una república admirable echada a perder por el franquismo. Que el franquismo fuese un asco (que lo fue) no implica que lo que vino antes fuese la perfección social y política.
De la misma manera, no dudo que el X de Musk es una infamia y un saco de mierda. Pero el Twitter que yo recuerdo (aunque solo lo conociera de oyente) tampoco era precisamente la versión online de la biblioteca de Alejandría: allí había cenutrios y energúmenos a cascoporro.
Puede que hubiese menos fachas, pero abandonar X y dejárselo enterito a esos energúmenos fans de Musk no sé si es lo más adecuado. Mirémoslo así: si usted es un chapas del pogresismo, ahora tendrá en X más gente con la que tirarse del moño que antes, cuando todo eran progres como usted. ¿Y no le parece un poco pusilánime (y cobardica) emigrar a un “espacio seguro” como BlueSky en vez de mantener la posición en X y amargarles un poco la existencia a los intrusos de la derechona?
En otras palabras, ¿no será que hacerse el progresista en Twitter era una buena manera de largar sin tasa sin que nadie la tomara contigo? A fin de cuentas, todas las redes sociales son formas de exhibicionismo: X, Facebook, Instagram, Tik Tok… Todas sirven para decirle al mundo que existes y eres interesante (aunque no lo seas).
Yo nunca entré en Twitter porque no quería leer monólogos de gente necesitada de reconocimiento. En Instagram estoy de oyente y solo cuelgo algo cuando publico un libro, a ver si alguien pica y lo compra.
Facebook me sirve para colgar mis artículos y me parece un sitio en el que hay gente bastante educada (la que no lo es, la bloqueas y santas pascuas). A X no me voy a acercar ni loco, como no me acerqué a Twitter. Puede que X sea un espanto, pero Twitter, pese a sus pretensiones pogresistas, tampoco me pareció nunca un hábitat agradable.