El coronel José Luís Ortega Monasterio (Santoña, Cantabria, 1918 – Barcelona, 2004) está actualmente en el centro de una de esas polémicas de chichinabo a las que tan aficionados somos los catalanes, pese a llevar más de veinte años criando malvas. El pasado mes de noviembre apareció en un documental de TV3, Murs de silenci, acusado de turbias relaciones con una red de prostitución (que incluía a menores de edad) que funcionó en CataluñaAragón entre los años 70 y 90 del pasado siglo. Y hace unos días, el ayuntamiento socialista de Calella de Palafrugell lo canceló en su habitual cantada veraniega de habaneras, tachando del repertorio El meu avi, la habanera por excelencia, que Ortega Monasterio compuso en 1968 (de su homenaje canoro a la difunta Marta Ferrusola, Marta voladora, no se ha vuelto a saber nada).

Cuando lo echaron del ejército, mi padre, el coronel De España, sostenía que no era cierto que lo hubieran expulsado por demócrata, como él aseguraba, sino por controlar algunas casas de lenocinio. No le hice mucho caso porque papá no era más franquista porque no entrenaba lo suficiente y, además, detestaba profundamente a los “húmedos”, que era como se conocía a los oficiales de la UMD (Unión Militar Democrática), con los que Ortega Monasterio afirmaba haber colaborado. Lustros después de esta anécdota familiar, me encuentro con que TV3 opina del compositor de habaneras lo mismo que el ejército del franquismo. Cosa, si más no, peculiar, dado que todos los reportajes de la nostra sobre cualquier cosa relacionada con el régimen franquista son abiertamente hostiles hacia él.

Finalmente, los asistentes a la cantada de habaneras de este año en Calella, se salieron con la suya y acabaron cantando El meu avi junto a todos los músicos congregados en el escenario para lo que Matías Colsada, inolvidable empresario del Paralelo barcelonés, denominaba la apoteosis final. Previamente, los diarios del ancien régime habían estado dando profusamente la chapa sobre la habanera de marras, argumentando que ya no pertenecía a su (presuntamente rijoso) autor, sino al pueblo catalán en su totalidad. Y

aprovechaban para acusar a los sociatas, una vez más, de la descatalanización de Cataluña. Nadie hablaba bien del coronel Ortega Monasterio, pero todos destacaban el presunto independentismo de la canción, que, según ellos, se materializaría en las estrofas Visca Catalunya, Visca el Català. Y ya puestos, convertían a un señor de Santoña en Josep Lluís, aquí y en la China popular.

Hace tiempo que las habaneras se han convertido en una seña de identidad y una estructura de estado. Como los Castells, un entretenimiento rural que en mi infancia y adolescencia se la soplaba a todo el mundo por considerarse una diversión para garrulos. Para introducir las habaneras en el inconsciente colectivo de los catalanes, hubo que falsificar un poco la historia, algo en lo que nuestros nacionalistas se han graduado con nota. Así pues, empezaron a salir de debajo de las piedras un montón de habaneras cantadas en catalán, cuando las originales, lógicamente, estaban en castellano. ¿En qué idioma iban a estar si la marinería catalana en Cuba las empleaba para seducir mulatonas? No las iban a cortejar en una lengua que no entendían, ¿verdad?

El meu avi (parece que inspirada por el abuelo del compositor, que se cascó la guerra de Cuba) habla de catalanes en ultramar, sí, pero catalanes a las órdenes del rey de España que no eran precisamente independentistas. Eso les da igual a los plumillas del antiguo régimen, claro, que solo ven lo que quieren ver: a unos proto indepes en Cuba que se mueren por volver a Calella y lanzarse a beber cremats como si no hubiera un mañana. De ahí la defensa aferrisada de El meu avi, ese himno a la libertad de los catalanes.

Aunque dos juicios decretaron la inocencia de Ortega Monasterio con respecto a las acusaciones de mi padre y de TV3, la nostra volvió a salir con lo de las casas de tolerancia, lo cual ha hecho que la familia del difunto lleve a juicio a nuestra querida televisión autonómica, en un nuevo intento de limpiar la hoja de servicios del coronel. Y los asistentes a la cantada de habaneras de Calella han cantado El meu avi porque les gusta y es la habanera más popular de todas, no porque sea un himno a la independencia del terruño.

Hasta a mí me gusta El meu avi, aunque me aburran mortalmente esas neo habaneras catalanizadas que cantan señores con barba y tripita cervecera que integran grupos con nombres marineros. Mi versión favorita es la de Los Manolos, de cuando los fastos del 92. Y a nadie le importa ya si su autor se benefició o no de la prostitución: la canción es buenísima y no hay más que hablar. Si alguien quiere ver en ella elementos antifranquistas o predemocráticos o catalanistas, allá él. El coronel Ortega Monasterio fue eso que los anglosajones llaman un one hit wonder. Y usarlo para polémicas cutres, por muy catalán que resulte, es ligeramente bochornoso.