Hace ya cierto tiempo que se comenta, con cierto asombro, el adecuado progreso social y político de Sílvia Orriols (Vic, 1984), mandamás del partido Aliança Catalana, que fundó en 2020 tras haber pasado por otras asociaciones del fundamentalismo local como Estat Català (2004) o el Front Nacional de Catalunya (2019) que, probablemente, no se le antojaban lo suficientemente de derechas ni catalanas.
Todo parece indicar que hizo bien deshaciéndose de sus sucesivos compañeros de viaje hasta quedarse sola en su teoría de cómo ha de ser la genuina Cataluña catalana. En el año 2023, llegó a alcaldesa de Ripoll y se convirtió en la primera política del terruño que decía siempre lo que pensaba (todos los demás partidos siempre se han ido con subterfugios y pamplinas seudodemocráticas, aunque para muchas cosas fueran igual de racistas y supremacistas que la señora Orriols y sus secuaces). Para quedar bien, el resto del lazismo (que tampoco pensaba de un modo muy diferente) se inventó el inevitable cordón de aislamiento, para intentar hacernos creer que Junts, ERC y la CUP ignoraban el supremacismo, pero ya se sabe que el cordón de marras dura lo que dura y que, si al apestado de turno le van las cosas más o menos bien, pues lo del cordón sanitario se va olvidando (¡hay que pensar siempre en el enemigo común!).
A Aliança Catalana no le han ido las cosas nada mal. A pesar de -o gracias a- que la señora Orriols se ha definido como “independentista, catalanista, islamófoba -se apunta a la tesis lepenista del reemplazo- y antiespañola” (no ha dado ni una entrevista en esa lengua, aunque tampoco es seguro que se le haya solicitado), y de que gusta terminar sus alocuciones con la fórmula “Visca Ripoll, visca Catalunya y mori Espanya”, lo cierto es que su popularidad ha ido creciendo notablemente y que un 5% de los votantes de Junts han decidido votar por ella en las próximas elecciones.
Evidentemente, Silvia Matamoros está muy contenta por la evolución de su cuadrilla patriótica. Y se comenta que le causa una notable satisfacción el hecho de que los dos principales partidos del lazismo sigan dirigidos por dos inútiles del calibre de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras quienes, para completar su alegría, están todo el día a la greña y dient-se el nom del porc.
Pongámonos (brevemente) en los zapatos de la señora Orriols: lleva desde 2017 viendo a Puchi y al beato Junqueras prometer cosas que no cumplen, engañar a sus fans con todo tipo de triquiñuelas, sacándoles los cuartos a cambio de nada…
Como cualquiera de nosotros, Orriols debe pensar que esas dos lumbreras deberían haber dimitido y cedido sus puestos a otros líderes merecedores, aparentemente, de algo más de confianza. ¡Pero no! No se van a ninguna parte e insisten en seguir chupando del bote, mientras hacen como que creen en la inmediatez de la independencia (aunque hasta Pujol les ha dicho que se olviden).
Al igual que la señora Orriols, hay miles de catalanes (sobre todo en ese medio rural que ella domina) que ya no aguantan a Puchi y al beato y que pueden caer en manos de alguien que, como Orriols, tiri pel dret, se deje de tonterías democráticas y les diga que son la raza superior y el pueblo elegido (aunque no sirva para nada, como siempre). Total, ¿de qué ha servido ir con tanta educación y haciendo como que los españoles son primos hermanos y los moros unos seres humanos?
Sílvia Orriols puede tener todo un granero de votos entre los que se han cansado de votar a Cocomocho o al beato. También Santiago Abascal recogió un buen puñado entre los que, de repente, se dieron cuenta de que el PP estaba lleno de maricomplejines, ¿no?
El estado actual del independentismo catalán es lamentable. Con los que se han bajado del carro, no hay nada que rascar. Ya se están acostumbrando al humanismo cristiano de Salvador Illa y a su catalanismo españolista. Pero quedan los irredentos, cada día más descontentos, diría yo, con Junts y ERC (de la CUP ya no se acuerda nadie), y que podrían hacerse fans de Silvia Matamoros. Sobre todo, en Tractoria: en Barcelona la cosa ya está más difícil, pero si Puchi y el beato prosiguen con su carrera triunfal, nunca se sabe.