Hacer el gamberro puede resultar divertido, pero si le añades un elemento social y/o patriótico, la gamberrada en cuestión como que se dignifica y adquiere un lustre del que carecería sin el apósito político.
En Cataluña, si a un adolescente le gusta hacer el ganso sin tasa y jorobar a sus semejantes, lo mejor que puede hacer es militar en Arran, el Frente de Juventudes de la CUP (no es que la edad mental de las chicas de la CUP pueda describirse precisamente como adulta, pero es que la de los miembros de Arran ya es directamente propia de un párvulo con mala baba). Si, como dijo cierto cantautor galáctico, todo lo que saben los de la CUP es lo que aprendieron con el mosén de la parroquia, el monitor del esplai y algún libro de Bakunin que no acabaron de entender muy bien, es un misterio qué es lo que saben los de Arran, aparte de que el independentismo es una coartada perfecta para hacer el bestia a conciencia y sin que la policía se interese mucho por tus desmanes. Lo comprobamos hace unos años en esta santa casa, cuando su primera redacción fue vandalizada por los trogloditas de Arran sin que la cosa llevara a ninguna detención o, por lo menos, a alguna investigación para intentar aclarar los hechos (investigación nada complicada, si tenemos en cuenta que la sede de la CUP estaba en la misma acera que la redacción de Crónica Global y a escasos metros de distancia, lo que la convertía en un lugar ideal para que los muchachos del Frente de Juventudes almacenaran ahí sus martillos y demás objetos empleados para dejarnos los cristales hechos unos zorros).
El otro día se produjo en la Cerdanya otro incidente parecido al nuestro, aunque en esta ocasión el damnificado fue el jugador de fútbol (y víctima del rencor musical de su esposa colombiana) Gerard Piqué, al que los justicieros de Arran le dejaron la casa hecha un cuadro y se la cubrieron de pintadas en las que se le tildaba de pijo y se le urgía a abandonar la zona a la mayor brevedad posible.
Hay que reconocer que esa pandilla basura no está mal asesorada, pues sus representantes hicieron hincapié en que la Cerdanya está trufada de ricachones de Barcelona que ocupan sus casas dos o tres semanas al año, mientras que la juventud del territori se las ve y se las desea para alquilar un zulo en el que vivir. Razón no les falta, pero se podrían haber ahorrado los comentarios racistas dirigidos a todos esos miserables de Can Fanga que tienen por ahí su segunda o su tercera residencia. La Cerdanya no es sólo de sus lugareños, de la misma manera que Cataluña no pertenece en exclusiva a los catalanes ni España a los españoles. Y aunque Piqué nos parezca un pijo (a mí tampoco me cae especialmente bien, pero no soy quién para decirle donde puede disponer de mansiones y donde no), está en su derecho de poseer una casa en la Cerdanya sin que se la destrocen unos supuestos héroes del pueblo que igual tienen unos padres, convergentes o republicanos, con unas casas que no tienen nada que envidiar a la del pijeras del Barça.
Tengo la impresión de que Piqué sólo ha sido una excusa para que los de Arran puedan hacer el gamberro mientras aparentan ser rebeldes con causa. También la primera redacción de Crónica Global fue una excusa para poder hacer el cafre y cargarse unos cristales con la excusa de estar combatiendo al españolismo. Y ha habido más gamberradas patrióticas entre el asalto a este diario y el enguarre de la casa de Piqué. Que yo sepa, nunca se ha detenido a nadie de Arran, aunque sus comandos están más cerca de la delincuencia que del gamberrismo.
Teniendo en cuenta que hablamos de la sección juvenil de un, digamos, partido político (es mucho decir, pero aceptaremos pulpo como animal de compañía), ¿no formaría parte de la actividad policial hablar con los mandamases de la CUP para que vigilen un poco más de cerca a los cenutrios que componen su Frente de Juventudes? ¿O es que con la excusa patriótica ya basta para no tener que dar ningún tipo de explicaciones? No, nunca lo fue, pero con administraciones dirigidas por gente como Mas, Puigdemont o Torra, resultaba hasta normal que los tarugos de Arran tuvieran bula para romper lo que les viniera en gana. Ahora la situación es otra. Y creo que el gobierno del señor Illa podría intentar poner un poco de orden en los desmanes patrióticos de los cachorritos de la CUP (las jefas de la organización suelen estar tan ocupadas beneficiándose a policías españoles infiltrados que no dan abasto a la hora de disciplinar a los chavales de Arran).
Más que nada, porque somos muchos los que tenemos la impresión de que ser de Arran es una especie de licencia para hacer el cafre, una versión ridícula, pero molesta, de la licencia para matar de 007. ¿O es que hay un gamberrismo de primera y otro de segunda? Cuando el ancien regime era evidente, pero ¿ahora?