Leo en este diario que la UDEF (aquella cosa que Pujol no sabía qué coño era) se ha personado en el ayuntamiento de Sitges y ha procedido a la detención de la actual alcaldesa de ERC, que acaba de revalidar el cargo en las últimas elecciones municipales, Aurora Carbonell, al concejal de deportes (también de can Junqueras), Jaume Monasterio, y a tres técnicos no identificados. ¿Motivos?: business as usual, o sea, presuntas corruptelas, relacionadas en este caso con el reparto de subvenciones y el fraccionamiento de contratos entre los años 2017 y 2022 (más algún fleco anterior, de cuando el alcalde era el convergente Miquel Forns). Los republicanos se han defendido diciéndole a la UDEF que, oiga, sin empujar, que ellos ya habían detectado las presuntas mangutancias, las estaban estudiando seriamente y, en fecha no determinada del siglo XXI, les pondrían remedio. Me parece una línea de defensa peculiar y un tanto pusilánime desde el punto de vista patriótico: todo el mundo sabe que cuando algún independentista es acusado de meter la mano donde no debe no hacen falta excusas verosímiles, pues basta con achacar la maniobra policial de turno a la implacable represión española.
El equipo municipal de Sitges debería aprender de la reacción lazi al reciente nombramiento de Jaume Collboni como nuevo alcalde de Barcelona que, como bien sabe todo procesista, no se debe a un pacto de los adversarios del doctor Trias i Vidal de Llobatera que, además, le tienen manía al Tete Maragall, sino, como ha dicho éste, a la aplicación de un nuevo 155 gestado en Madrid para impedir a cualquier precio que la capital de Cataluña disfrute de un alcalde independentista. Una vez lo conviertes todo en una lucha de España contra Cataluña, las cosas devienen mucho más sencillas si cuentas con una parroquia con buenas tragaderas (como es el caso).
Si uno lee estos días los digitales del régimen o pone TV3 y se solaza con los TeleNotícies o el programa de Graset, observará que la teoría de la conspiración anticatalana goza de gran popularidad. Hay, incluso, quien asegura, en relación a lo de Collboni, que así es como actúan siempre los españoles (como si los lazis no se hubiesen puesto de acuerdo en su momento para impedir que Salvador Illa llegara a presidir la Generalitat). Firmes creyentes de la Ley del Embudo, los alegres chicos y chicas del agitprop separatista consideran que cuando los suyos se conjuran para hacerle la puñeta a algún españolista, bien hecho está, pero que cuando sucede al revés, la cosa constituye una cerdada mayúscula que solo merece el desprecio y un señalamiento con el dedo similar al de las diferentes versiones del clásico de la ciencia ficción norteamericana La invasión de los ladrones de cuerpos. De hecho, es el mismo sistema que se aplica a la quema de banderas: ¿Qué alguien prende fuego a una senyera o una estelada? ¡Intolerable muestra de catalanofobia! ¿Qué la bandera que arde es la española?: ¡Sacrosanta libertad de expresión!
Cuando es tan fácil encontrar una explicación lazimente correcta para cualquier cosa, adoptar una actitud tan pacata y colaboracionista como la de la alcaldesa de Sitges es un insulto a heroínas de la patria como Laura Borràs, que siguió al pie de la letra el método Bart Simpson para evitar que se te caiga el pelo: “Yo no fui. Nadie me vio. ¡No puedes probarlo!”. Estamos, pues, ante un nuevo bochorno patriótico de ERC. ¿Qué es eso de decir que ya habían detectado irregularidades, que las estaban estudiando, que pronto pondrían las cosas en su sitio y que la UDEF (¿qué coño será eso?, debe seguirse preguntando Pujol) es una pandilla de cagaprisas cuyo timing deja mucho que desear? La actitud realmente gallarda habría consistido en negarlo todo y achacar el asalto de la UDEF a la legendaria represión española y al mantra “nos tienen manía porque somos catalanes independentistas”. Luego se quejará el beato Junqueras de que le desertan los votantes pero, ¿cómo no lo van a hacer si ante circunstancias de manual agachan la testuz en vez de recurrir al argumento tradicional? ¡Un poco de entereza y de coherencia, por el amor de Dios!