¡Trepidante actividad en el Consell per la República de Waterloo, ese parlamento alternativo a nuestra estimada gestoría regional que se sacaron de la manga Puchi y su cuadrilla para darse aires!

Se discutía sobre la conveniencia, o no, de que el máximo representante de tan trascendental organismo imaginario lo fuese también de un partido político más o menos real. Se conoce que había corrido la voz de que el célebre Consell es una covachuela de posconvergentes y a alguien se le debió ocurrir que, para disimular, tal vez estaría bien que Puchi dejara de acumular cargos, por inútiles y absurdos que fueran (que lo son).

Quitándole la presidencia de JxCat, se suponía que el Consell se convertiría en un órgano supragubernamental y adquiriría pleno carácter de tarro de las esencias. De esa manera, mientras en Cataluña Junts se dedicaría a hacerle la puñeta a ERC (vía Laura Borràs, sin ir más lejos), en Bélgica se escucharía de vez en cuando la voz de los Súper Cicutas (referencia viejuna, lo sé, pero uno ya tiene una edad) para aportar seriedad institucional a lo que hiciera falta.

O sea, que en Cataluña habría un presidente de Gobierno y en Flandes, un súperpresidente de una legitimidad indudable que haría las funciones de Dios padre (y de esa manera, además, los posconvergentes se consolarían de la desgracia de ver cómo el gobiernillo real está dirigido por un señor bajito de ERC).

No ha podido ser. Puchi se ha resistido a abandonar la presidencia de su partido, que considera plenamente compatible con la del Consell per la República. Y si alguien insiste en que dicho Consell es un invento de los de JxCat para su propio tronío y disfrute, que le den dos duros.

Una de las frases más célebres de Groucho Marx es la que reza: “No tengo nada, pero quédate con la mitad”. Puchi la acaba de perfeccionar con una actitud cuyo subtexto evidente sería: “No tengo nada, pero me lo quedo todo”. Por lo menos, habrá algo que anotar en el Boletín Oficial del Consell, donde todos nos preguntamos qué se cuenta, dada la no muy frenética actividad de Puigdemont y su cuadrilla: tal vez bastaría con que el Gran Líder llevara un dietario en el que anotara sus actividades de la jornada con frases sencillas como “Hoy ha vuelto a aparecer por aquí Laura Borràs” o “Hoy me he hecho unos selfies con una familia muy simpática de Vilamerda de l'Arquebisbe” (a efectos gramaticales, siempre podría enviarle los borradores a Xevi Xirgo y éste se los pasaría a limpio para hacerlos inteligibles).

Y es que Puchi tiene razón en lo de que su cargo de presidente legítimo en el exilio y el de mandamás de un partido político son perfectamente compatibles, ya que el esfuerzo que dedica a ambos menesteres es el mismo: cero patatero. Si de lo que se trata es de no dar golpe, como no sea para incordiar de forma esporádica, da lo mismo un cargo que dos o tres. Ya puestos, podría nombrarse a sí mismo redactor jefe de su boletín ful o supervisor general de esos Documentos de Identidad Republicana que se sacó de lo que tenga debajo de la fregona hace un tiempo y que no sirven ni para pagar en el Bonpreu.

Sostenían los defensores de la teoría de que quitarle a Puchi la presidencia de JxCat concedería al Consell per la República unos muy necesitados aires de transversalidad, pues hasta ellos deben haberse dado cuenta de que todo el mundo lo considera una especie de club de fans del Hombre del Maletero, pero este no ha tragado y piensa seguir al frente de Junts y del Consell, para que todos veamos hasta donde llegan sus capacidades de trabajo y sacrificio.

Pocas personas se han aclimatado tan bien a un mundo imaginario como Carles Puigdemont. No es nadie (pero se cree un líder mundial). No tiene nada (pero de nada de esa nada se desprende). Pero él sigue convencido de que está al frente de un partido político y de una entidad supragubernamental a los que dedica todo su tiempo y todos sus esfuerzos.

Dada su capacidad de trabajo, no sé a qué esperamos para nombrarlo presidente honorífico de la Agencia Espacial Catalana y de la Asociación de Jubilados de la Meridiana, así como Sumo Asesor del CAC (por si su fiel Xirgo flaquea a la hora del “voto de calidad”). Total, por muchos cargos que le demos, seguirá pasándose las horas muertas en el caserón de Waterloo tocándose las narices a tres manos y papando moscas.