¡Albricias! ¡Solucionado el problema de la web La Meva Salut! A partir del viernes entrará en vigor lo del pase sanitario para acceder a restaurantes, gimnasios, residencias de ancianos y demás, aunque parece que aún no se ha informado a los gestores de dichas instalaciones de cómo deben abordar el asunto con sus visitantes (y tal como las gasta el gobiernillo, lo normal es que consideren que los camareros ya sabrán qué hacer, sea de forma intuitiva o por ciencia infusa). De momento, eso sí, ni una palabra de disculpa por el cirio digital del viernes pasado, cuando la web de la sanidad catalana se escogorció y miles de usuarios se quedaron con las ganas de hacerse con ese documento que se les había pedido de un día para otro. Se admiten preguntas sobre el Black Friday, sobre el Cyber Monday y hasta sobre la manera catalana de cortar el pavo en la celebración de Thanksgiving, pero sobre el Fuckin´ Friday, más vale que nos estemos calladitos. A fin de cuentas, como se deduce de las declaraciones del vicepresidente Puigneró y del consejero Argimon, la culpa es nuestra, por habernos abalanzado como fieras sobre la pobre web y haberla dejado hecha un asco.
Sostiene Puigneró --quien, además de vice del gobiernillo, es el enterado oficial en políticas digitales-- que la web de La Meva Salut no se colapsó, como dicen los resentidos de siempre, sino que se vio obligada a “activar el sistema de seguridad de colas”, que no es lo mismo (al parecer). Puigneró dice que no se esperaba tal aluvión de gente necesitada de pase sanitario, a la que acusa de una demanda desmesurada, de un mal uso del servicio y de una lamentable falta de previsión. Según él, fueron legión los que se lanzaron a por el pasaporte Covid cuando ya lo tenían, aunque no explica por qué lo hicieron (parece que no se le ha ocurrido la posibilidad de que muchos lo hubieran perdido o traspapelado, aunque hay que reconocer que lo de ese ciudadano que se lo ha bajado 200 veces tiene su qué).
Diga lo que diga Puigneró, la web de marras se colapsó, pero a él ni se le pasa por la cabeza pedir disculpas, pues ya se sabe que, para el gobernante, es el gobernado quien tiene siempre la culpa de todo. Ya puestos, intentó endilgarle el marrón a Argimon, aunque el abanderado de la cosa digital sea él, como lo es también de los satélites, del embrión de la NASA local y de la conquista catalana del espacio. Para probar su eclecticismo, Puigneró compatibiliza su condición de visionario y de profeta digital con el apoyo al Institut Nova Historia, lo cual, bien mirado, tiene su lógica: para compartir responsabilidades, él se inventa el futuro y Bilbeny y Cucurull se inventan el pasado.
Con esta nueva muestra de chulería, el gobiernillo ha demostrado que aquí no es que nunca dimita nadie, sino que nadie pide disculpas por nada, ya que la culpa de todo la tenemos siempre los ciudadanos, que somos unos tarugos. Puigneró se porta exactamente igual que la dueña de un restaurante al que acudí hace años y que, en plena invasión del local por una nutrida clientela en actitud famélica, se quejaba a su marido de la manía que tiene la gente de presentarse en los comederos públicos en masa y a la misma hora. Se me quedó grabado el comentario por su estúpida simpleza. La gente había aparecido a la hora de comer, entre las dos y las dos y media, lo más normal del mundo. ¿Qué pretendía la buena señora? ¿Que los clientes tuvieran el detalle de presentarse a papear a las cuatro o a las cinco de la tarde para que ella no se sintiera agobiada? ¡Qué escándalo!, debió pensar, ¡todo el mundo viene a comer a la hora de comer!
Alguien que no fuese Puigneró habría considerado la posibilidad de que la gente atacara en masa la web sanitaria catalana porque tenía por delante un fin de semana en el que probablemente pensara ir al restaurante. Pero él no. Según nuestro astronauta honorario, los catalanes carecemos de previsión, no sabemos utilizar sus impecables mecanismos digitales y acaparamos pasaportes Covid como el que colecciona sellos. Y, para salir del paso, nada como afrontar con arrogancia la ineptitud. Colar, no cuela, pero que no se diga que no se intenta.