Dentro del universo lazi, los hay que pillan cacho y se lo llevan crudo y los hay que no se comen un rosco por más que porfíen al respecto. En este segundo sector brilla con luz propia el inefable Santiago Espot, aunque hay que reconocer que la competencia es reñida en su negociado y que personajes como Albano Dante Fachín --siempre en busca de un fichaje rutilante que jamás se materializa-- o Roger Español --el hombre que se dejó un ojo por la república y nadie le echa cuenta ni se lo agradece con un carguito--hacen lo que pueden para destacar (otra cosa es que lo consigan, que no es el caso). Mientras Fachín anhela que se fijen en él la CUP o ERC, en su condición de peronista argentino reciclado en independentista catalán porque más cornadas da el hambre, Español ha montado un partidillo llamado ARA (Asamblea de Represaliadas y Activistas) con el que pretendía presentarse a las próximas elecciones autonómicas, pero no ha reunido los avales necesarios (ya le dieron con la puerta del Senado en las narices en una ocasión anterior: pierda usted un ojo para esto).

Aunque más conspicuo que Español, el reputado soplón patriótico Santiago Espot --célebre por denunciar a tenderos que no rotulan en catalán y por repartir pitos a la entrada de un estadio de fútbol para incordiar al jefe del estado-- tampoco ha logrado reunir los avales para las elecciones de marras, que se van a quedar algo cortas de frikis si seguimos así (menos mal que nos quedan Canadell, Mark Serra Parés y el mosso Donaire). Y eso que el hombre había montado un triunvirato imbatible con el Bloc Sobiranista Catalá --no he encontrado el nombre de su líder, pero ahí va su eslogan: El independentismo valiente que quiere la gente-- y con el Partido Nacionalista Andaluz del visionario Pedro Altamirano, quien, rechazado por su propio pueblo a la hora de presentarse a elecciones en su comunidad natal, se había sumado a Espot convencido, supongo, de que alguien tan influyente como el señor de las denuncias y los pitos le iba a ayudar a hacer realidad su sueño: unos países andaluces que incluyen parte de Murcia, el Algarve portugués y el Rif marroquí y que deberían conducir, en buena lógica, a la esperada restauración del califato de Al Andalus.

Que tres partidos tan entretenidos y estimulantes como Força Catalunya --versión electoral de la Catalunya Acció de Espot--, Bloc Sobiranista Català y el Partido Nacionalista Andaluz no logren reunir los avales necesarios para concurrir a nuestras elecciones autonómicas denota una preocupante carencia de sentido del humor por parte del pueblo catalán, que habría encontrado honesto regocijo en la presencia de estos fenómenos de la política nacionalista en el parlamento regional. Eso sí, la cosa pone de manifiesto que la impresión que uno tiene de sí mismo no siempre coincide con la de la sociedad que lo acoge (o lo soporta). El independentismo valiente que quiere la gente resulta que no lo quiere nadie. Las diatribas de Espot en El Món contra los ineptos botiflers y procesistas que hacen como que nos gobiernan suscitan la chufla de los lectores del diario, cuyos implacables comentarios oscilan entre Tú y tus votantes cabéis en un taxi y el breve, pero expeditivo, ¡Imbécil!

La vida del patriota catalán puede ser durísima. En el caso del señor Espot, la incomprensión del populacho no va a incidir de manera positiva en su ya precario equilibrio mental. Y en los de Fachín y Español, la cosa bordea el recochineo. ¿Para esto he mutado en catalán soberanista?, se preguntará el primero. ¿Para esto me he quedado tuerto?, clamará el segundo. Detecto cierta crueldad local hacia estos personajes. Se les impide medrar mientras se permite que lo hagan otros igual de ineptos, pero mucho más aburridos. Creo que se impone una reflexión. Nacional, por supuesto.