Carles Puigdemont, el perturbado mental que cree ser el presidente legítimo de la Generalitat en el exilio, se ha quedado con las ganas de rodar su peculiar remake del clásico de Sam Peckinpah Bring me the head of Alfredo García!, cuyo título podría haber sido el mismo que el de este artículo. Nada más informar Mònica Terribas a sus oyentes de que dimitía como mandamás de El matí de Catalunya Ràdio, acusando de ello --y de forma nada velada-- al director de la cadena, Saül Gordillo, Cocomocho exigió el cese de éste, colocado por ERC, pero no le fue concedido. Debemos tener presente que, para el orate de Waterloo, la sectaria y fanatizada señora Terribas es prácticamente una estructura de estado, al mismo nivel, sino más, que Pilar Rahola. No sé si esas dos pasionarias de la independencia darían su vida por ella, pero de momento se la ganan muy bien gracias a semejante entelequia, defendiendo siempre a quien hay que defender, insultando a quien hay que insultar, tergiversando la realidad a favor de quienes les pagan y, en suma, pegándose la vida padre por una de esas causas imposibles que suelen conducir a la melancolía a no ser que las hayas convertido en tu manera de lucrarte, como es el caso tanto de Rahola como de Terribas.
Aunque el gobierno de coalición entre ERC y Junts x Puchi hace agua por todas partes e impera un odio sarraceno entre un partido y otro, todavía se intentan mantener las formas y tratar de cumplir los acuerdos verbales de hace un tiempo; sin ir más lejos: la tele para los posconvergentes (Sanchis) y la radio para los republicanos (Gordillo). A Puchi se le fue la mano y, aunque tiene mucho tirón, se vino excesivamente arriba y no pudo cobrarse la alopécica cabeza del señor Gordillo, que se mantiene en su puesto, por lo menos a la hora de escribir estas líneas. Como mito patriótico ultrajado, Terribas no tiene ni por qué dar explicaciones de las dimensiones de su audiencia, bastante menores que las de su principal competidor en RAC1, Jordi Basté. Y el régimen, que cuida de los suyos, no va a permitir que pase hambre (aunque con lo que ha recaudado durante los últimos años podría jubilarse y vivir muy bien hasta que el Señor la llame a su lado).
Mientras tanto, siempre puede producirse la llamada no del Señor, pero sí del Señorito. El cielo puede esperar, pero igual en Waterloo cae algo sustancioso cualquier día de éstos. Ya sabemos que Mònica es demasiado lista como para encajar en la lista de zotes que hacen como que presiden la Gene desde los tiempos del Astut, y que para ser fieles a esa línea no hay rival para Canadell, el magnate petrolífero de la docena de gasolineras que dan empleo a la friolera de tres personas, pues la mayoría son de autoservicio: tras un fenómeno de feria como Torra, Canadell sería el relevo más coherente, y nos consta que goza de la aprobación de Puigdemont. Pero Mònica es un fichaje de más relumbrón: todos sus oyentes, que no eran pocos, aunque no tantos como los de Basté, votarían por ella como vicepresidenta de la Gene (presidenta en la práctica, pues Puchi seguiría en Bélgica para no acabar en el trullo en España), y yo creo que ella estaría encantada de poder dirigirse a todos los catalanes, incluidos los que preferiríamos sufrir la amputación de ambas orejas antes de tener que escucharla por obligación.
No sé ustedes, pero yo a esta mujer le veo un futuro en la política local. Su único problema es ser más lista que quien debe contratarla. Eso es algo que no ha sucedido hasta ahora en Cataluña y que representaría toda una novedad en el imaginario convergente: Mas se buscó a uno más tonto que él para sustituirle y Puchi hizo lo mismo desde el maletero del coche que lo conducía hasta Bélgica. En ese sentido, la entrada de Mònica en la política independentista por la puerta grande marcaría un antes y un después en la historia de la Cataluña contemporánea. Como fanática no tiene nada que envidiar a Puchi, Torra o Canadell, pero, a diferencia de éstos, no es un zapato desde el punto de vista intelectual, cosa que igual no funciona a su favor: poner fin a una larga línea de tarugos patrióticos es, en el fondo, una muestra de incoherencia que no sabemos si los actuales representantes de la Cosa Nostra fundada por el clan de los Pujolone se pueden permitir.