Espero que no te importe el tuteo, querida Clara, pues tenemos prácticamente la misma edad (yo te llevo un año) y ambos, cada uno a su manera, vivimos del prusés, aunque reconozco que tú le sacas más partido económico al temita. Quería comentarte algunas cosas sobre tu penosa performance populista en el aquelarre de Perpiñán de hace unos días, donde estuviste sembrada con lo de que la mesa de diálogo entre el gobierno español y el catalán te parece una engañifa, un timo, una nueva tomadura de pelo del opresor al oprimido.
Tiene gracia que seas tú, precisamente, la que hable de timos, cuando el que le pegasteis a la sociedad catalana con vuestra charlotada de octubre del 17 --no confundir con la revolución rusa de un siglo antes-- fue de abrigo. Tú misma reconociste que aquello fue un farol y que no había nada previsto, pero parece que la coherencia no es lo tuyo y ahora te permites tildar de engañifa la maniobra de Sánchez para mantenerse en el cargo (y de Junqueras para pillar todo el cacho que pueda, aunque sea desde la trena).
Tampoco fue muy coherente, en su momento, lo de practicar el procesismo internacional desde la universidad norteamericana de Georgetown mientras disfrutabas de una cátedra Príncipe de Asturias, que te fue justamente arrebatada por el ministro Margallo para recordarte que es de bien nacidos ser agradecidos o que, si nos ponemos escatológicos, tendencia muy catalana, no se caga donde se come.
Yo creo que ese desplante ministerial te llevó definitivamente por la senda del desastre, en la que sigues instalada junto a los demás huidos de la justicia como si el lema que rigiese tu vida fuese De perdidos, al río. Como sabéis que solo volveréis a pisar España para acabar en la cárcel, os dedicáis a soltar lo primero que os pasa por la cabeza para arengar a las masas a las que dejasteis colgadas con vuestra fuga. Si os contradecís, da igual. Tú misma has pasado del farol a la engañifa y te has quedado tan ancha.
Como economista de prestigio y alumna aventajada de Mas Collell --un teórico de la economía con ciertas deficiencias a la hora de pasar a la práctica, como se demostró durante su etapa de conseller--, podrías mostrar en tus alocuciones algo más de nivel que tus compañeros de fatigas: Puigdemont es un parásito del soberanismo cuya vida laboral, por llamarla de alguna manera, se ha financiado siempre con dinero público; Comín es un arribista profesional y un pianista aficionado que no protagoniza actos políticos, sino rabietas pueriles; de Puig i Gordi poco se puede decir aparte de que su concepto de la cultura se reduce a potenciar el uso de la gralla; en cuanto a esa mascota mallorquina que os habéis buscado, un tal Gintonyc (o algo parecido), me permitirás que guarde un piadoso silencio. Francamente, Clara, siendo la única de la banda capaz de ganarse la vida fuera de la política, se esperaría de ti una actitud más cabal en vez de empeñarte en imitar a Nuria de Gispert, la de los exabruptos racistas.
No te tendré en cuenta que hayas añadido un acento a la i de tu apellido, aunque tampoco estén a tu altura intelectual quienes te han precedido en ello --pienso en Miquel Calçada, antes Calzada, o en Jordi Galves, antes Gálvez--, pero reconóceme que Ponsati tenía una bonita sonoridad italianizante (ahí debía estar el problema, en que no sonaba suficientemente catalán). Pasaré por alto que hayas elegido como abogado a un lechuguino arrogante cuyo odio a la democracia española va más allá del agradecimiento debido a quien paga por sus servicios (cuidado, Clara, que entre éste y Boye se van a pulir la caja de resistencia). Pero lo que no te perdono es que alguien con tu brillante carrera profesional se dedique a hacer el mamarracho como aquellos, menos preparados que tú para ganarse la vida, que no pueden hacer otra cosa porque los pobres no dan más de sí.