Ayer fue un día negro para lo que queda del prusés: el presidente del Parlament le sopló el escaño a Torra, aparentando que lo sentía mucho, pero que la vida es así y no la ha inventado él, como decía Sandro Giacobbe; el coronel Pérez de los Cobos se cepilló de un plumazo las trolas auto exculpatorias de Trapero; el parlamento europeo dio definitivamente por acabado el contencioso Junqueras, diciendo que el beato está estupendamente sin su escaño; y la Justicia se fijó en algunos antiguos peces gordos de Convergència por ciertas trapisondas económicas relacionadas con el 3%. Un día redondo, vamos, de ésos que llevan al procesista medio a clamar ¡Ho tenim a tocar!
Para los que disfrutamos de un sentido del humor un pelín retorcido, lo mejor de la jornada fue la muestra de cinismo ofrecida por ERC en lo relativo al escaño de Chis Torra. Tras hacerse el desobediente durante un par de días, como suele, Torrent se plegó a las exigencias de la autoridad competente y dejó sin escaño al hombre de la ratafía. Dando muestras de esa hipocresía jesuítica tan propia de su partido de carlistones y missaires, Torrent vino a decir que él no tenía la culpa de nada, que la represión del estado español es de abrigo y que no pretendería el MHP echar al traste lo que se aprobara en el parlamento catalán con su voto, pues luego los malvados de Madrid se lo anularían todo.
El discurso subsiguiente de Torra demostró lo que ya todos sabíamos: que entre ERC y los restos de Convergència hay un odio sarraceno por el control de la parroquia procesista; y que Torra es de los que mueren matando, pues no van con él los pasos a un lado y demás muestras de humildad política. Una bronca de Torrent con Ciudadanos -muy agradecida, en el fondo, por el de ERC- aceleró el final de un pleno que ya no daba mucho más de sí. A partir de ahora, Torra va a hacer la puñeta a conciencia a su (supuesto) socio de gobierno, y sus leales lo secundan en sus delirios: si Quim no vota, aquí no vota nadie y al carajo los presupuestos, las ayudas para las víctimas del Gloria y lo que haga falta.
Una persona normal convocaría elecciones ipso facto, pero ya sabemos que Quim Torra no es una persona normal, sino un golem deshilachado, por lo que cabe temer que su teatrillo de la indignación patriótica se alargue algunos días. De momento, el que ya se ha quitado un marrón de encima es Pedro Sánchez, que no tendrá ningún motivo para reunirse con un cesante: para baraka, la de Sánchez, que da vuelta y media a la de Rodríguez Zapatero. Como ha dicho Cristina Narbona, si algún día hay en Cataluña un presidente de verdad, el señor Sánchez no pondrá ninguna pega a conversar con él.
La quema de contenedores a cargo de los sospechosos habituales hace pensar en un retorno desvaído a las jornadas de gloria del mes de octubre pasado, pero poco va a conseguir Torra con su decisión de engancharse al escaño y amargarle la vida a todo el mundo. El PSOE lo detesta y ERC también. Teniendo en cuenta que, pese a los rebuznos del beato Junqueras, hay un conato de idilio entre ambos partidos -por el interés te quiero Andrés-, Torra puede darse por muerto a corto plazo. ERC ha vuelto al autonomismo -disimulado con algún exabrupto de vez en cuando, que a Sánchez le entra por una oreja y le sale por la otra- y con ganar las próximas elecciones catalanas e influir un poco en la política española se da con un canto en los dientes.
Por cierto, el Tribunal de Cuentas le presenta hoy a Puchi la factura por la charlotada de 2017. Vaya usted sacando la cartera, señor Matamala, si no quiere que nos devuelvan a su líder por moroso. Y a ver si limpiamos un poco mejor la Casa de la República, que creo que Comín se ha quejado de lo sucio que está el piano.