El mundo indepe está un pelín aburrido últimamente. Los figurones del régimen se dedican a proferir amenazas que no pueden cumplir: Torra, desde el despacho oficial; Toni Comín, desde su apacible retiro espiritual en Bruselas; ambos insisten en que se impone la confrontación con el Estado, pero ninguno da instrucciones concretas al respecto. Comín tiene el cuajo de decir que salir pitando de España es lo más coherente que se podía hacer en aquellos momentos, insinuando, tal vez, que los presos son unos pringados que no saben ir por la vida. Torra se solidariza con los valencianos por las inundaciones, pero con nadie más: a los murcianos, que los zurzan; y nos recomienda que nos compremos un libro sobre esa desobediencia civil que él, de momento, no lleva más allá de decir que igual el día de su juicio no le va bien presentarse porque tiene un pleno importantísimo en ese Parlament en el que, gracias a él, no se pega un palo al agua jamás. ¡Qué diferencia con Sadam Hussein cuando anunciaba la inminente celebración de la Madre de Todas las Batallas! Eso sí eran amenazas: sabías que le iban a dar más que a una estera, pero te divertías con su desfachatez.
Menos mal que, fuera del ámbito de los capitostes del prusés, todavía quedan indepes con los que pasar un buen rato. Menos mal que nos queda Bel Olid, la escritora de los peinados absurdos que sale en el Més 3/24 de Xavier Graset y que recientemente, a raíz de la publicación de un libro suyo sobre las alegrías del sexo, reivindicaba el fistfucking vaginal, añadiendo que, cuando te han metido bien el puño, todos los penes te parecen pequeños a partir de entonces. ¡Ya era hora de que alguien lo dijera! Pero hubiese agradecido algunas precisiones, también aplicables al fistfucking anal. Me gustaría saber, por ejemplo, qué haces con el puño una vez dentro. ¿Se pueden desplegar los dedos y acariciar personalmente las entrañas de tu compañero/a de juegos? ¿Puedes rascar un hígado o llevártelo directamente de recuerdo? ¿Se contempla la posibilidad de introducir el brazo entero y sacar los deditos por la boca ajena para saludar al mundo? Quedo a la espera de noticias.
Lo de Bel está muy bien y es muy bizarre, pero el que lo ha petado en internet es un señor mayor que va por la calle, con la estelada al hombro, ciscándose en España y lanzando cortes de manga no se sabe muy bien a quién. Hasta ahí, todo más o menos normal en Barcelona. Lo que ya no es tan normal es que el hombre camine dificultosamente porque, por motivos que no se aclaran, lleva los pantalones a la altura de los tobillos. Igual no se ha dado cuenta, ya que cuando alguien le pregunta cosas, el hombre las contesta con cierta coherencia. Curiosamente, nadie le pregunta por el detalle de los pantalones caídos, por respeto, supongo, a la propia imagen, que es sagrada.
Gracias a este peculiar patriota y a la devota del fistfucking no doy por perdidos para el entretenimiento los últimos días de actividad indepe, pero más vale que los políticos se pongan las pilas. Ya tarda Torra en proponer como reacción a la sentencia del juicio del prusés que los buenos catalanes vayan por la calle con los pantalones por los tobillos. No digo que sea cómodo --ni rápido a la hora de llegar a Itaca-, pero nadie da ya por supuesto que la independencia vaya a salir gratis: ante semejante visión digna de un cuadro del Bosco, igual nos aceptan lo del referéndum pactado a condición de que nos subamos los pantalones.