Como decía el gran Jaume Perich sobre ETA y el llamado impuesto revolucionario, “No me fío de una revolución que, antes de triunfar, ya empieza a cobrar impuestos”. La frase me ha venido a la cabeza al enterarme de que cualquiera se puede apuntar al Consell de la República de Torra y Puchi aflojando la módica cantidad de diez euros. Evidentemente, se aceptan sumas mayores e incluso se agradecen. Teniendo en cuenta que ya han picado 10.000 patriotas de piedra picada, el Consell dispone de un mínimo de 100.000 euros para gastárselos en lo que le de la gana al fugitivo de Waterloo. O, seguramente, una cantidad mayor, ya que hay patriotas muy generosos. A cambio de tu dinerito, se te permitirá opinar sobre la evolución del consejo republicano, pero no está claro que te envíen un carné como el del Club Super 3 ni una foto dedicada de Puchi. Se trata de pasar por taquilla, y sin rechistar. O sea, una versión nostrada de aquel timo para turistas de los años sesenta que consistía en vender latas de aire de España como recuerdo. Es decir, unas latas en las que dentro no había absolutamente nada.
Como todo el mundo sabe, es muy triste tener que pedir, pero peor es tener que robar. Así pues, el Consejo de la República se estrena con un sablazo colectivo que no me extrañaría que tuviese continuidad con nuevas iniciativas recaudatorias. Se me ocurren unas cuantas: vender bolsitas con cuatro pelos de Puigdemont (50 euros), subastar unas gafas de Elsa Artadi o la gamuza con que se saca brillo a la calva Raül Romeva, sortear una cena con Cotarelo (no saldrá barata, que a Palinuro le gusta comer bien y se ofenderá si lo llevas a un mísero figón), vender besos de Bea Talegón (20 euros el normal, 40 con lengua) y Víctor Cucurull (dos euros, como mucho), organizar degustaciones de ratafía con Chis Torra (15 pavos cada asistente) o charlas unipersonales con Quico Homs (5 euros, a todo rascar) o Agustí Colomines (20 tronchos, que para algo es el Ideologo Máximo del prusés) y así sucesivamente.
Tampoco estaría mal internacionalizar el sablazo y sacarles los cuartos a las escasas celebrities que están por la independencia de Cataluña. Pienso en Julian Assange (podemos amenazarle con hackearle el ordenador), Pamela Anderson (no te lo gastes todo en bótox, guapa, piensa un poquito en los oprimidos) o Spike Lee, que acaba de manifestarse a favor del independentismo catalán (éste es como Woody Allen, pero en versión negro rencoroso: los sacas de Nueva York y no saben dónde les da el aire).
Nadie dijo que la independencia fuera a salir gratis, pero esto del crowdfunding republicano huele a tocomocho que apesta. O sea, a pasta para Puchi por la patilla. Aunque si tenemos en cuenta que el prusés ha sido un timo desde el principio, la verdad es que no se puede negar a sus impulsores una coherencia admirable.