Este martes, en el Parlament de Cataluña, los indepes se pegaron un tiro en el pie de los que hacen historia. El sonido del pistoletazo resonó en todos los hogares del paisito, consiguiendo que los de la cáscara amarga nos llevásemos un alegrón y que Pilar Rahola se cogiera un rebote del quince. Daba gusto verla perorar en el programa de Helena García Melero (la sonrisa del régimen); ciscándose en ERC, ¡capaz de votar junto a los miserables botiflers del PSC, socios del PP en la aplicación del 155!; defendiendo a su ídolo, el gurú Maharapuchi (neologismo compuesto por el término majara y el diminutivo cariñoso de Carles el Gran, como le llama ese humorista incomprendido que es Jordi Galves, antes Gálvez), que tuvo que abandonar España como, años antes, lo había hecho Osho de los Estados Unidos, donde el FBI empezaba a interesarse por los aspectos más discutibles de su secta; reclamando una unidad independentista basada en la veneración de Maharapuchi, cuyos designios no se pueden contradecir por inescrutables que resulten...
Hacía tiempo que no la veía tan indignada, lo cual es muy notable si tenemos en cuenta que el berrinche es su estado natural. Solo le faltó echarse a llorar por el destino de Cataluña, cosa que, dada su habilidad para provocarse el llanto en directo, no le hubiese costado nada. Helena la miraba con cara de estarse preguntando si le daría tiempo a pasar por Zara antes de que cerraran --la verdad es que es una chica encantadora, o lo era cuando la conocí hace un montón de años--, pero la Verdulera en Jefe pasaba de ella, pues se estaba dirigiendo a la nación (sin Estado y, ahora, además, sin mayoría parlamentaria).
Ni una palabra sobre la actitud del gurú Maharapuchi, que a otros nos parece de una imbecilidad supina. O nosotros o nadie, vino a ser el mensaje de Carles l'Ardit (gracias de nuevo, Galves). Aquí no delega el voto ni Dios. ¿Cómo? ¿Qué nos quedamos en una posición precaria? ¡Pues me la pela! Si Rocío Jurado era La Más Grande, yo, Puchi I de Waterloo, soy El Más Grande. ¡Soy el presidente legítimo y no delego!
Me temo que son ciertos los rumores cada vez más insistentes de que a nuestro conducator se le ha ido la olla en el exilio. Permitir que, gracias a una legitimidad inventada y a un ego de aquí a Bélgica, el enemigo se rearme es del género tonto. Ese mismo martes, no se pudieron aprobar varias iniciativas absurdas de los indepes por falta de quorum. Por no hablar de la imagen a lo can pixa i rellisca que se traslada a la masa independentista, que ya no sabe a qué agarrarse.
Estamos asistiendo al principio del fin del procesismo. Junqueras no soporta a Puigdemont y hasta recibe en su celdita a Juan Rosell. ERC detesta a los fieles de Puchi y no quiere saber nada de la famosa Crida republicana que éste se sacó de la manga no hace mucho. Dentro del PDeCat, se avizoran hostias como panes entre los que quieren salvar lo que se pueda de Convergència y los que parecen dispuestos a suicidarse políticamente con el fugitivo de Waterloo, en una versión bufa de lo de Waco. Nunca el frente indepe había estado más desarbolado.
Tal vez por eso sería el momento de proceder a una moción de censura. Le tocaría proponerla a Ciutadans, que para algo ganaron las últimas elecciones autonómicas, aunque parezca que ni ellos se lo acaban de creer. Un presidente suplente que simpatiza más con los CDR que con los Mossos d'Esquadra, que solo habla para echar bilis --brillante la operación “no te vistas, que no vas” del ministro Borrell--, que lanza ultimátums que no puede cumplir y que no ha consensuado con nadie, que se presenta en el funeral de la Caballé con un lacito amarillo (paso previo a mearse en la tumba de la difunta), que solo vive para venerar al gurú Maharapuchi, líder indiscutible de su secta destructiva... Alguien así está pidiendo el impeachment a gritos, como Donald Trump.
Venga, Inés, haz algo, que la ocasión la pintan calva y miope. ¡Ahora o nunca! Por Cataluña o por la gloria de tu madre, lo que prefieras.