En la Cataluña actual suceden cosas insólitas. Muchas. Pero hoy me refiero al escándalo suscitado por la actitud adoptada por Àlex Ollé, jefe de La Fura del Baus, ante el incidente de los lacitos amarillos que lucieron dos de sus colaboradores en el Teatro Real de Madrid a la hora de salir a saludar. Tras el abucheo del respetable, entre el que estaban el Rey y su señora, Ollé pidió disculpas a las testas coronadas e hizo unas declaraciones que no sentaron nada bien entre los nacionalistas profesionales, que le acusaron de servil y de no representar ya los (supuestos) valores que distinguieron a la Fura años ha.
Uno entendería que la tomasen con Ollé ciertos radicales (si hubiese alguno en el star system catalán, y no me refiero a Pablo Hasél) partidarios de un teatro combativo y vanguardista, pero que los principales insultos hayan salido de sendos esbirros del régimen como Toni Soler y Joan-Lluís Bozzo resulta escandaloso. Al pobre Ollé me lo han tildado de perrito faldero dos tipos cuya adhesión entusiasta al separatismo les depara unos ingresos colosales, poniendo al día el episodio bíblico del que ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Soler se ha hecho rico riéndose de España en sus programas de TV3, mientras que Bozzo --y su socia, Anna Rosa Cisquella, justamente rebautizados hace años por Boadella como el bolso i la cistella, dado su amor al dinerito-- es un converso tardío, pero astuto, que además de recibir subvenciones del departamento de Cultura, las recibe también del de Presidencia, no sea que sus lamentables musicales le queden un pelín pobretones (la jugada de su nuevo montaje, Maremar, al mezclar al pobre Shakespeare, que ya no puede defenderse, con Lluís Llach es magistral: ¡a ver quién es el patriota con cargo que se resiste a financiar semejante unión contra natura!).
Se lamentan los que le afean la conducta a Ollé de que la Fura ya no es lo que era. ¡Nos han jodido! Tampoco tiene nada que ver la Dagoll Dagom de ahora con la que nos proporcionó, a medias con el gran Jaume Sisa, espectáculos formidables como Antaviana y Nit de Sant Joan. Ni el Toni Soler al servicio remunerado de la causa se parece mucho al humorista de antaño ni al que ideó Polònia, un programa que empezó bien y acabó convirtiéndose en un elemento más del agit prop separatista. Puestos a valuar evoluciones, prefiero la de un Ollé que sabe cuándo pedir disculpas por una salida de pata de banco que la de unos Soler y Bozzo que no pierden oportunidad de reafirmar su servilismo hacia el régimen que los alimenta. Ya solo falta un exabrupto de Toni Albà para culminar el linchamiento del señor Ollé.
Si Soler se considera transgresor con sus programas de televisión y Bozzo cree que sus espectáculos son algo más que almibarados musicales para entretenimiento del cochino burgués, allá ellos con su capacidad de autoengaño. Pero antes de poner verde a un compañero, no les iría nada mal un poco de autoanálisis y reconocer que su patriotismo les sale muy a cuenta económicamente. Vamos, que se lucran a costa del régimen y que no hay dos perritos más falderos en Cataluña que ellos dos.