El titular de esta columna no es mío. Se lo he soplado a un fan de Chis Torra que ha metido en el Instagram del vicario presidencial esta frase, junto a la última fotografía colgada por el interfecto, en la que se le ve zampándose un bocadillo --medio envuelto en una servilleta amarilla, ¡coherencia ante todo!-- con la mano derecha mientras sostiene una lata de Coca Cola con la izquierda. Hay que ser muy imaginativo para detectar dignidad en la actitud habitual de Torra y, especialmente, en esa foto, pero, ¿quién soy yo para discutir los criterios de la Secta Amarilla? Donde yo solo veo a un chupatintas de ventanilla con el semblante más desencajado que de costumbre --parece que intente dejarse media piñata en el bocadillo--, los de la Secta Amarilla ven a un digno estadista disfrutando de un merecido refrigerio.
Supongo que hay que darle ánimos a nuestro becario favorito después del chorreo que le ha caído por citar a Martin Luther King en vano. Más vale identificarse con personajes históricos a los que ninguna institución represente. O, aún mejor, recurrir a personajes de ficción, poco propensos a protestar por la utilización tendenciosa de sí mismos. Quiero creer que Torra sigue adelante con la brillante idea de reproducir la famosa marcha por los derechos humanos del reverendo King, pero tal vez debería escoger a otro modelo. Yo le propongo a Forrest Gump, que también se echaba a correr por el país mientras la gente se le iba sumando hasta conseguir una masa humana que llamaba la atención de los medios de comunicación. Forrest Gump no sabía muy bien a dónde iba, lo cual le acerca bastante a Torra. En un momento dado, el pobre Forrest se daba cuenta de que no iba a ninguna parte y se quedaba plantado en mitad de la carretera. Luego se iba a casa y la marcha se disolvía. Pero eso no tiene que suceder con Torra, pues no son para él las epifanías que, en la ficción, están al alcance hasta de un simplón como el bueno de Forrest. A diferencia del señor Gump, el señor Torra cree saber a dónde va, así que no sé a qué espera para salir en chándal del palacio de la Generalitat --a ver si se apuntan los treinta iluminados que han montado un campamento en la plaza de Sant Jaume-- y lanzarse a correr por Barcelona hasta salir de la ciudad y proseguir el maratón por el resto de Cataluña.
Dos millones de personas triscando por la independencia serían un espectáculo muy interesante para las revistas de psiquiatría. Ya sé que algún resentido diría que la obligación de Torra es gobernar desde su despacho, pero si tenemos en cuenta que no tiene despacho, que el Parlament sigue cerrado por vacaciones y que la disciplina de los ciudadanos se basta y se sobra para mantener el territorio más o menos funcional, el vicario y los suyos pueden tirarse corriendo los veinte o treinta años que, según Puchi, faltan para la liberación nacional. El eslogan ya se lo proporcionó hace años un célebre e irónico compatriota: Endavant, endavant, sense idea i sense plan!