Hace muchos años, ese gran humanista vasco que es Xabier Arzalluz declaró que el terrorismo era algo que no encajaba con el carácter catalán. Nunca he sabido si se trataba de un halago o si nos consideraba una pandilla de pusilánimes incapaces de solucionar las cosas a la vasca, o sea, volándole la cabeza a alguien mientras se toma un café y lee el periódico o colocándole una bomba lapa en los bajos del coche. La historia le dio la razón: no hay más que observar la catastrófica carrera criminal de Terra Lliure, la única organización terrorista que se ha disuelto por su propio bien, dado que las víctimas propias superaban con creces a las ajenas. Terra Lliure intentó ser un grupo terrorista como Dios manda, pero, afortunadamente, se quedó en parodia: uno siempre se imaginaba al militante chapuzas de turno como al Coyote de los dibujos animados, cortando el cable que no era y estallando con su propia bomba. ¡Ya pueden estarle agradecidos los supervivientes a Àngel Colom por haberles convencido de que lo dejaran correr!

En ese sentido, acusar a los CDR de terrorismo es una exageración. No negaré que son un incordio y una pesadez, pero, de momento, se mueven dentro de los parámetros pasivo-agresivos del movimiento secesionista. Estaría bien que no contaran con la tolerancia y el beneplácito de los partidos soberanistas y de Ada Colau --actualmente desconsolada porque se va a comer con patatas el tranvía y la multiconsulta--, pero eso sería mucho pedir.

Como supuesto brazo armado del independentismo, los CDR, por el momento, solo se dedican a incordiar

El único parecido entre Cataluña y Euskadi en cuanto al terrorismo es que la actitud de procesistas y comunes recuerda mucho a la que siempre mantuvo el PNV con ETA, aunque no tan descarada (recordemos de nuevo al ínclito Arzalluz y su metáfora de los que agitan el árbol y los que se quedan con las nueces).

Como supuesto brazo armado del independentismo, los CDR, por el momento, solo se dedican a incordiar. Como los chavales de Arran, que nos ensucian las cristaleras de la redacción de Crónica Global, pero no nos la vuelan por los aires con todo el personal dentro. No negaré que una Cataluña sin unos ni otros sería un lugar mucho más agradable, pero acusarlos de terrorismo me parece un exceso que, además, solo va a servir para que los que creen que en España todo sigue como cuando vivía Franco se reafirmen en sus delirios. En todo caso, más vale esperar a que se les vaya la olla y suelten el bombazo en algún sitio. Vista la historia del terrorismo catalán, lo más probable es que les estalle la bomba en las narices. Como dice el refrán, d'on no n'hi ha no en raja.