A la espera de lo que diga Puigdemont al respecto --escribo esta columna el miércoles por la mañana, así que ignoro lo que haya podido salir de la reunión con su sanedrín en Bruselas--, suenan los nombres de Jordi Turull y Quim Torra para candidatos a presidir la Generalitat. Aunque ambos son del sector más talibán del nacionalismo local, Torra cuenta con un elemento en su contra: por motivos que no alcanzo a explicarme, la justicia española aún no se ha interesado por él. Turull, por el contrario, está convenientemente imputado y, tarde o temprano, será inhabilitado para cargo público. Así pues, proponerlo para presidente de la Generalitat es un perfecto ejemplo de la lógica que rige entre Puchi y sus secuaces: primero lo intentamos con un prófugo de la justicia, luego lo sustituimos por un presidiario, a ver si cuela, y al final nos conformamos con un imputado, con alguien que, con un poco de suerte, podrá presidir unos meses, hasta que lo inhabiliten y lo juzguen.
Es una medida coherente, sin duda alguna, pero en la línea de la mítica coherencia de la CUP. ¿Se han fijado que cada vez que la CUP suelta alguno de sus rebuznos independentistas siempre hay alguien que dice: por lo menos son coherentes? Y yo me pregunto: ¿No estaremos sobrevalorando según qué ejemplos de coherencia? Si un loco insiste a diario en que es Napoleón, reconoceremos su coherencia, pero eso no significa que lo tomemos por cuerdo. Si un día le da por decir que ahora es el papa Francisco y que el argentino del Vaticano es un impostor, dejará de ser un loco coherente para convertirse en un loco incoherente. Pero lo importante es que seguirá siendo un loco.
Pese a los esfuerzos de ERC por mantener cierto contacto con la realidad, tanto la CUP como Junts x Puchi siguen empeñados en ignorarla
Pese a los esfuerzos de ERC por mantener cierto contacto con la realidad, tanto la CUP como Junts x Puchi siguen empeñados en ignorarla; los primeros oponiéndose a cualquier propuesta que no pase por implementar la república y los segundos proponiendo como presidente a prófugos, presidiarios e imputados. Los unos por los otros, la casa sin barrer y la repartidora de prebendas y monises sin presupuesto. Personalmente, que me den a elegir entre Turull y Torra --ambos son igual de fanáticos, de adustos y de desagradables, aunque Turull está especialmente agrio desde que tuvo que compartir las flatulencias de Rull en el talego-- es como si me permitieran escoger entre tirarme por el balcón o meter la cabeza en el horno, pero he llegado a un punto en el que acepto pulpo como animal de compañía y me conformo con que termine de una vez el absentismo laboral remunerado de nuestro parlamento. Sé que es imposible la normalidad política en la Cataluña actual, pero, por lo menos, que los padres de la patria justifiquen sus sueldos.